Barbaridades de un inicio de campaña

Una imagen de la Via Lliure, el Onze de Setembre.

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JOAN TAPIA

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Quizá lo más inexplicable de la CUP es su voluntad de salir de la Unión Europea. Pueden no estar en edad de recordar el aislamiento del franquismo -y la Catalunya anterior al plan de estabilización del 59- pero deberían tener algo de sentido común. Felipe II está en los libros de historia.

Pero sobre las elecciones 'plebiscitarias' del 27-S la CUP está demostrado más 'seny' que Artur Mas. Cuando Antonio Baños aseguraba ayer -ya lo explicitó antes David Fernàndez- que "podemos autoengañarnos todo lo que queramos, pero sin una mayoría de votos todo se complica", estaba acertando mucho más que cuando dirigentes de Junts pel Sí aseguran que sin el 50% de los votos pero 68 diputados (las encuestas conocidas hasta hoy les dan el 44-45%) Catalunya está legitimada para exigir la independencia.

¿Es posible convocar elecciones adelantadas por segunda vez -para que sean plebiscitarias- y decir que la mayoría quiere la independencia con el 44% de los votos con la excusa de que son autonómicas y cuentan los escaños? Suena a elementalismo, cinismo y a no saber qué es Europa.

Pero hay más barbaridades en este inicio de campaña. Alguien de Ciutadans me dijo hace poco que nunca apoyarían a Rajoy en una investidura. Si el PP llegaba primero y se necesitaban sus votos propondrían a Alberto Núñez Feijóo Cristina Cifuentes. Ahora resulta que el PP pide -un día- "un voto a favor de la concordia y la unidad" y que -el mismo día- Cifuentes dice que la manifestación de la Meridiana fue "un espectáculo vergonzoso". Si las caras amables del PP se ponen a la derecha verbal de García Albiol, vamos mal.

Que una manifestación de algo más de 500.000 catalanes (es la cifra que me asegura un amigo que sabe contar y que el año pasado contabilizó 850.000) salgan a la calle civilizadamente por cuarto año consecutivo pidiendo la independencia de Catalunya exige -se esté o no de acuerdo- un respeto. Indica un potente sentimiento de muchos ciudadanos. Y por parte del PP, que hizo campaña contra el Estatut y lo recurrió, merecería también una reflexión. ¡No podían tragar el autogobierno negociado y rebajado entre Mas y Zapatero y ahora se encuentran con una gran manifestación independentista cada año! Es, como diría Cifuentes, un poco vergonzoso. No ya tanto por el recurso al Constitucional -un grave error- sino porque en cuatro años de legislatura Rajoy no ha hecho el mínimo gesto con la única excusa de que Mas le exigía un "contrato de adhesión".

Más barbaridades. Que Artur Mas -que reñía a Ignasi Guardans por alguna actitud crítica con el PP cuando la guerra de Irak- diga que Pablo Iglesias, bastante demagogo, es como la España de Aznar es descabellado. Le ha contestado bien Lluís Rabell: no fueron ellos los que le hicieron presidente firmando con pompa el pacto del Majestic. Y la utilización de la Meridiana por la televisión pública catalana -y su resistencia a cumplir lo que la Junta Electoral prescribe para compensar a los otros partidos- no es un signo de normalidad democrática.

Durante cuatro años, ni Mas ni Rajoy han sabido no digo ya solucionar el contencioso entre Catalunya y España, sino simplemente rebajar la tensión. Al contrario, ya sea por incompetencia o por cálculo político, la han incrementado. En la asignatura catalana ambos merecen un suspenso patatero de los electores. A no ser que estos crean que la independencia sin dolor se toca con la punta de los dedos o que es normal que el 44% de los catalanes quieran irse de España (son pocos) y el remedio es el veterano "que se joroben".