El problema de los CIE

Bajo el cielo de Madrid

Exigir el cierre de los CIE no es 'buenismo', es dignidad

Internos del CIE de Aluche protestan sacando sus manos por las rejas.

Internos del CIE de Aluche protestan sacando sus manos por las rejas. / periodico

EMMA RIVEROLA

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En una azotea, una treintena de hombres gritaron libertad. Aguantaron diez horas. Dicen que fue un motín, aunque también se le puede llamar desesperación, impotencia… La revuelta de los tozudos supervivientes. Envueltos en la noche de Madrid se enfrentaron a la oscuridad de sus pensamientos. Quizá recordaban el dolor y las humillaciones del camino o la mirada pegada al suelo cada vez que se cruzaban con un policía o los trabajos de miseria o la incertidumbre de no saber si serían apresados un día o el siguiente o el otro… Tal vez tienen pareja, tal vez tienen hijos. Tal vez no saben si volverán a verlos. Tal vez serán facturados en un avión que les abandonará en un país. Uno cualquiera, no tiene por qué ser en el que nacieron.

Bajo el cielo de Madrid, en la azotea del CIE de Aluche, que podría ser el de Barcelona o el de Algeciras o el de Valencia o el de tantas otras ciudades, una treintena de hombres hacen recuento de todo lo que han aprendido. Ya saben que el miedo aguijonea la piel y oprime la garganta. Que su color o sus facciones les delatan. Que pueden ser detenidos sin haber cometido ningún delito. Que existen prisiones peores que cárceles. Lugares que suman denuncias de malos tratos y abusos. Centros donde los periodistas tienen vetado el acceso. Limbos legales donde se incumple la normativa que debería regularlos, que suman el rechazo del Consejo de Europa y que quebrantan de forma intolerable los derechos humanos.

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Bajo nuestro cielo existen rincones al margen de la ley y de la humanidad. Exigir el cierre de los CIE no es buenismo, es dignidad. Que no se atrevan a dar lecciones sobre el bien y el mal aquellos que han esquilmado las arcas públicas con sus corruptelas, los mismos que han erigido sus privilegios sobre nuestra precariedad, que han traducido el bien común por latrocino particular.

Bajo el cielo de Europa, los muros de mar, de alambre y de cemento no impedirán que cientos de miles de personas rueguen, griten, exijan libertad.