La clave

Aznar vuelve al rock and roll

JUANCHO DUMALL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Como las grandes estrellas del rock and roll, José María Aznar debió de meditar mucho el escenario para su reaparición. Finalmente optó por Zaragoza, no tanto por el color político de la ciudad -la capital aragonesa tiene alcalde socialista y el Gobierno autónomo peligra para el PP- como por la mujer a la que respaldó en el mitin del martes. El expresidente del Gobierno eligió un acto de una representante de la vieja guardia popular, Luisa Fernanda Rudi, para lanzar su oferta de «nuevo contrato» a los votantes de la derecha.

Nacida en 1950, Rudi se presentó por primera vez a unas elecciones en el ya lejano 1982, bajo las siglas de Alianza Popular. Y años más tarde formó parte de la guardia de élite con la que Aznar inició su asalto a la Moncloa. Tiempos épicos para la derecha, que tuvieron algunos memorables episodios televisivos, como el del debate a brazo partido en el programa La noche de Hermida en mayo de 1993 de cinco representates del PP -Celia VillalobosMaría Jesús SainzMercedes de la MercedLoyola de Palacio y la propia Rudi- frente a cinco del PSOE -Matilde FernándezCristina NarbonaDolores PelayoManuela de Madre y Carmen Cerdeira-, que fueron derrotadas.

Aznar echa ahora de menos esos tiempos en los que la derecha abandonó todos los complejos para tirarse a la yugular de Felipe González. Por eso dijo en Zaragoza que el PP «no tiene nada de lo que avergonzarse» y pidió la «vuelta a casa» de los desencantados con Rajoy.

Anoten esas palabras, porque en caso de catástrofe popular en las elecciones del próximo día 24, el espíritu del mitin del Auditorio de Zaragoza reaparecerá.

El lapao

En el PP hay un componente de derecha dura que le echa en cara al actual presidente del Gobierno no dar la batalla ideológica decidida a sus adversarios. En palabras de Aznar, «a los populistas de la mentira, a los aprendices de brujo, a los separatistas, a los que viven de explotar la desafección y la desconfianza». Un discurso cañero y pronunciado, no se olvide, junto a la presidenta aragonesa que hizo una ley por la que el catalán pasó a llamarse lapao.