Pequeño observatorio

El azar: a favor y en contra

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El caos que se produjo en la compañía Vueling provocó una serie de consecuencias difícilmente precisables. Pero hay una singular como la que ha provocado que el saltador de pértiga Dídac Salas no pueda ir a los Juegos de Río. No es que se haya puesto enfermo ni que le impidan participar. Perdió sus pértigas de competición en el aeropuerto de Amsterdam, donde embarcó hacia Barcelona. Leo que las pértigas llegaron un día después de la celebración de las últimas pruebas clasificatorias. No había podido, por tanto, mejorar su marca.

Me hago cargo del disgusto. No solo en el mundo del atletismo hay oportunidades que se nos escapan. Nos citan de una empresa para que presentemos nuestra propuesta para obtener un puesto de trabajo y ese día una gripe poderosa nos inmoviliza. Hemos encontrado un chico o una chica que nos gusta pero al día siguiente se va a Estado Unidos con la intención de instalarse allí. Queremos presentar una novela a un concurso literario pero la presentamos -somos algo despistados- el 30 de octubre cuando el plazo fijado era el 15 de septiembre.

No siempre la culpa es nuestra. Pienso que debe haber una 'ley de la fatalidad' en el aire y en algunos momentos decide detenerse en nosotros. ¿Cuántas cosas hemos hecho cuando era demasiado pronto o cuando ya era demasiado tarde? El azar existe, y la palabra procede de los árabes: era una de las caras de un dado. En una de esas caras figuraba una flor. La bonita cara de la fortuna. Si no me equivoco, Ausiàs March, el gran poeta nacido en Gandia en el siglo XIV, y cantado modernamente por Raimon, ya decía «a joc de daus vos acompararé».

La gente de hoy tenemos incorporada a nuestra historia una cierta dosis de azar. Como todos nuestros ascendientes, como la tendrán nuestros sucesores. ¿Es que esta 'fatalidad' es negativa? No, es el don de la invención creativa, incluso en la destrucción. Extraña capacidad de los humanos: la invención puesta a servicio o en contra de nosotros mismos.