La rueda

Autismo español ante Catalunya

CARLOS ELORDI

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En las calles y en los bares de Madrid se habla muy poco de la tensión con Catalunya. Seguramente ocurre lo mismo en los de Salamanca o en los de Murcia. Puede que el Gobierno y sus corifeos mediáticos hayan conseguido apagar la inquietud popular, que se acepte su mensaje de que no va a pasar nada, de que la actitud inflexible de la Moncloa obligará a los líderes catalanes a volver a sus cuarteles de invierno.

Pero puede también que la gente ya no hable de nada que no sea de lo suyo, que es lo que le inquieta y lo único que le mueve. Le digan lo que le digan, la gran mayoría sabe que el desastre económico va a durar aún mucho. Y eso insensibiliza, atonta. La crisis ha generado en buena parte de la ciudadanía una especie de autismo en lo que a las cuestiones públicas se refiere. La política solo interesa a las minorías. Y eso le viene bien a Rajoy. A la derecha española siempre le ha gustado que los ciudadanos estén a otras cosas. Pero eso no va a acabar con el conflicto catalán. Tal vez incluso lo agudice porque obligue al independentismo a gritar más fuerte, para que se le escuche. Y la pregunta, una vez más, es hacia dónde vamos, en qué puede terminar todo esto. Sea cual sea su opinión al respecto, cualquiera que haya meditado un poco sobre el asunto concluye que la situación es gravísima y que puede empeorar. Porque sabe que la mayoría de los  ciudadanos de Catalunya quieren, como poco, votar en un referendo y que esa actitud no se está relajando con el paso del tiempo. En los análisis sobre las perspectivas económicas -muy optimistas los oficiales, bastante más pesimistas muchos de los que no lo son- no se tiene en cuenta la hipótesis de que un estallido catalán arruine esos pronósticos. Algunas asociaciones empresariales y observadores extranjeros sí temen algo de eso. Pero nadie parece hacerles caso.