Así se reinventan los chinos

JACINTO SOLER-MATUTES

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Proliferan los comentarios apocalípticos sobre el fin de la bonanza económica en China, el pinchazo de su burbuja financiera y la ocultación de la verdad por parte de sus autoridades. Sin duda no es fácil gestionar un país de 1.300 millones de habitantes -el 20% de la población mundial-, con más de 100 ciudades con más un millón de habitantes, solo el 7% de la tierra cultivable mundial y limitados recursos naturales. Son tan grandes los retos que afronta el país que pocos están legitimados a efectuar previsiones, extraer conclusiones o dictar recomendaciones, y menos desde la distancia.

La bolsa china padecía de una burbuja alimentada por la acumulación de riqueza en el propio país, los bajos tipos de interés y la reciente desregulación. Sin embargo, son muchos en la misma China los que consideran saludable la corrección de unos mercados desbocados. Queda por ver qué efecto tendrá todo esto en la economía real, pero todo apunta a que será menor que el que sufrieron, por ejemplo, en EEUU tras el episodio de las hipotecas-basura o la burbuja de las puntocom. Los inversores chinos están menos endeudados que sus homólogos americanos y el efecto dominó en el sector financiero debería ser menos peligroso.

China está cambiando su modelo de crecimiento y este es un camino irreversible, pero no exento de problemas. Las inversiones chinas en el exterior empiezan a notarse, sobre todo en los inmuebles, como también son cada vez más visibles sus grupos de turistas. Sin embargo, buena parte de su economía depende aún de fabricar productos de escaso margen destinados a la exportación. Pero China se ha hecho más rica y con ello también más cara.

Los empresarios que antes ganaban fortunas con género propio de los Todo a cien, afrontan ahora costes de fabricación al alza y deben reinventarse. Cada año son más, por ejemplo, los diseñadores industriales catalanes que venden sus servicios a empresas chinas, como también son más frecuentes las compras de marcas y patentes europeas por parte de chinos para progresar en la cadena del valor añadido.

La desaceleración china es visible, lógica e irreversible ante su mayor progreso económico, como también lo es su cambio de modelo hacia una menor dependencia exterior. Los empresarios chinos que antes suspiraban por colocar sus productos en una gran superficie europea, ahora buscan tecnologías avanzadas y diseños atractivos que les permitan aumentar su valor añadido y abordar su enorme mercado interior, ya muy cerca del americano.

La crisis bursátil china tendrá consecuencias, sin duda, en el propio país, pero sus empresarios de la economía real seguirán trabajando, sin prisas pero sin pausa, en la construcción de un nuevo modelo económico que le permita eludir una crisis más profunda.

Más allá del contagio entre bolsas de estos días, los efectos reales de esta nueva China están aún por llegar lo que nos abrirá, también aquí, grandes oportunidades.

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