LA SITUACIÓN EN CATALUNYA

Artur Mas, un desenlace aplazado

En política, cuando no hay alternativas previstas ni relevos en el liderazgo, se opta por ganar tiempo

JOAQUIM COLL

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El placebo es una sustancia sin acción terapéutica, pero que en algunos casos y temporalmente puede tener un efecto curativo si quien la recibe cree que sí la tiene. En este sentido, es muy reveladora la insistencia del mensaje soberanista, a veces en boca delconseller Francesc Homsy otras del líder de ERC,Oriol Junqueras, de vincular la celebración de la consulta con la salida de la crisis, como si su sola convocatoria fuera a animar el consumo, a crear empresas u ocupación. En medio de un escenario socialmente tan dramático, la ilusión que muchos proyectan en la transición nacional empieza a tener características de auténtico placebo. La prioridad que el Govern deArtur Masdio a la convocatoria, hace unas semanas, de la cumbre para impulsar un nuevo instrumento del «proceso», el Pacte pel Dret a Decidir, se justificó en gran medida desde esta perspectiva ante las críticas recibidas porque otros encuentros para abordar las graves cuestiones socio-económicas seguían sin fecha.

DESDE QUE empezó la legislatura, no hay sesión parlamentaria en la que no se discuta por un motivo u otro de la transición nacional. Es indudable que el margen económico de la Generalitat es estrecho. Ahora bien, gobernar es asumir responsabilidades que ya se conocían de antemano, priorizar actuaciones y, sobre todo, hacer unas cuentas sin las cuales un Gobierno no puede comprometerse con los agentes sociales en aspectos estratégicos para la recuperación económica. Hasta que no haya nuevos presupuestos para este año y también para el que viene, el relanzado acuerdo con sindicatos y empresarios no será más que un conjunto de buenas intenciones. De ahí el gran escepticismo tras la foto. Lo grave es que para suplir estas carencias se pretenda engañar a la ciudadanía estableciendo una relación causal entre la celebración de la consulta, obviamente para lograr la secesión, y la salida de la crisis.

Primero, porque se trata de un deseo político, que obedece a razones identitarias, a la idea nacionalista de que no hay nación plena sin Estado propio. Segundo, suponiendo que pudiera celebrarse una consulta en el 2014, cosa improbable sin una reforma constitucional previa, se abriría entonces un abanico enorme de incertidumbres económicas. Es absurdo creer que la ruptura iba a ser indolora e inocua. A corto plazo, ambas economías, la catalana y la española, registrarían un impacto negativo por los llamados costes de transición y de frontera. Es imposible determinar qué porcentaje de caída del PIB sufriríamos y durante cuanto tiempo. Hay informes muy alarmistas y otros no tantos. Ahora bien, nadie sensato niega que, de entrada, el saldo registraría pérdidas tanto para el conjunto de España como para Catalunya. Ocurre que el pacto suscrito por CiU y ERC pretende llevar a cabo la consulta de forma imperativa, unilateral. Cuesta imaginar que un escenario político tan enconado pueda ayudar en algo a salir de la crisis. Por eso el mundo económico y financiero observa con alarma y preocupación el anuncio, excitante para algunos, del choque de trenes.

Finalmente, no solo es falaz vincular la celebración de una consulta con el final de la crisis, sino que, en realidad, estamos frente a un auténtico disparate. Plantear la ruptura territorial y del Estado cuando por desgracia todavía estamos lejos de iniciar la recuperación económica, en medio de la peor recesión que hemos conocido, es una temeridad que deja atónitos a los observadores europeos e internacionales, que prefieren no creerse que la hoja de ruta soberanista vaya a cumplirse.

LA PREGUNTA es por qué razón tras el pasado batacazo electoral deMas, el proceso independentista no solo no se ha frenado sino que sobre el papel parece haber cogido mayor determinación. Ocurre que, en política, cuando no hay alternativas previstas ni relevos en el liderazgo, se opta por ganar tiempo, por vivir a crédito. Esencialmente estamos ahora frente a un problema de orden biográfico.Masno sabe, ni parece querer, salir del enredo. No quiere pasar como un traidor. Y en CDC no tienen por ahora otra opción que darle apoyo hasta que llegue al final del camino. Hay dos situaciones que se superponen. Primero, la parálisis evidente de la acción del Govern, que puede agravarse por la renuncia que propugna ERC a elaborar presupuestos este año y el que viene, lo que conduciría a una práctica autosuspensión de la autonomía. Y, segundo, cuando el Tribunal Constitucional paralice la anunciada consulta, CDC tendrá que elegir entre el suicidio asistido de la mano de los republicanos o la reconducción de su estrategia con el objetivo de volver a ganar tiempo hasta el 2016. Es la tesis que ya se apunta entre líneas escuchando alconsellerGermà Gordó. Por eso, el final político deArtur Mas se consume a plazos.