Mandar obedeciendo

Para que Podemos pueda anticipar a la España de mañana tiene que poder discutirse sin cortapisas

Iglesias y Errejón, ayer, en la reunión del Consejo Ciudadano de Podemos.

Iglesias y Errejón, ayer, en la reunión del Consejo Ciudadano de Podemos.

JORGE MORUNO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si la política no ocupa la centralidad del debate en Podemos, corremos el riesgo de banalizarlo con un reparto de papeles donde unos son protagonistas y otros meros espectadores que acaban aburriéndose. Un escenario que sustituye la discusión pública sobre los asuntos comunes por una conversación privada, en donde pocos hablan y el resto escucha, empobrece, sin duda, el debate que nos merecemos. Necesitamos otra función, otro reparto de los papeles y reforzar hacia adentro lo mismo que perseguimos hacia afuera: emancipar al espectador de su condición pasiva haciendo efectiva la participación. Un debate regido por la amistad política y no por la política de conquista. Me gustaría que nos vacunásemos contra toda teleología. La unidad es importante, qué duda cabe, pero es todavía más importante contar con los elementos que hacen posible la unidad. La unidad por sí misma no vale nada sin las diferencias, precisamente porque las diferencias existen por y para la unidad.

La imaginación enfriada disuelve la creatividad democrática. Necesitamos cambiar de plano y experimentar el presente haciendo caso a Marx cuando le decía a los obreros franceses que “no debían repetir el pasado, sino construir el futuro”. Percibir en la diferencia una fortaleza es condición sine qua non para que el debate pueda darse en nuestros propios términos en lugar de librarse en terrenos y bajo reglas elegidas por otros. De lo contrario, en cada editorial publicado solo nos quedaremos con quién defiende una postura en lugar de observar a quién beneficia que la defienda. Cuanta más gente participe en el debate menos capacidad tendrán los actores externos de condicionar su desarrollo.

Hay una afirmación clave en la discusión sobre la consulta para elegir si votar de forma conjunta o separada los documentos políticos y organizativos. Está cargada de sentido común y la respaldo: “Las personas no pueden desvincularse de sus ideas”. Es normal que si voto a una persona esta se crea el proyecto Es muy racional, pero da por asumido un punto de partida inadecuado; “su exactitud es evidente, pero su inexactitud está oculta” que diría Chesterton. Si Podemos es un instrumento en manos de la gente, entonces tiene que ser la ciudadanía inscrita y la militancia la que decida primero qué modelo político y organizativo considera más útil; luego, después, elegir a las personas que asumen como propias las ideas decididas colectivamente. Mandar obedeciendo es hacer propio el proyecto que elija la gente enriquecido por el proceso de aportaciones plurales. Lo contrario es un plebiscito.

SUBORDINACIÓN A CONTRAPODERES

Esto enlaza con una segunda afirmación, la que busca subordinar el trabajo de Podemos a contrapoderes sociales. Podemos discutir qué se entiende por conflicto y contrapoderes, pero comparto que Podemos deba someterse a un mandato social más amplio. Del plató a la institución, social y política. Para evitar que los significantes vacíos se acaben convirtiendo en vacíos del significado, podemos empezar a concretar asumiendo que los dirigentes de Podemos se subordinen a la estrategia decidida, discutida y elegida, por la militancia y los inscritos. Listas abiertas y proporcionalidad, por supuesto, pero sobre todo institucionalidad propia, garantías y contrapesos, espacios de deliberación y decisión colectiva a todos los niveles, controles en los órganos y fuera de ellos. Eso es empezar a tomarse en serio el contrapoder. La democracia tiene que ver con la autonomía, esto es, con la posibilidad real de hacer efectiva la democracia y ampliar la decisión sobre el poder.

La hipótesis Podemos, al igual que el recorrido que hace el príncipe de Maquiavelo, se compone de dos momentos. El primero trata del comienzo, cuando el príncipe se lanza a la “aventura”. Es un momento en gran medida monárquico. En el segundo momento el príncipe debe “echar raíces” en las leyes y el pueblo porque “un pueblo es más prudente, más estable y tiene mejor juicio que un príncipe". El 26-J dio por finalizado el primer momento, ahora tenemos que construir el Podemos del segundo momento que nos permita enraizar en la sociedad y sembrar en las instituciones. Vistalegre II no son unas elecciones ni un proceso autonómico, es nuestro propio proceso constituyente. Para que Podemos pueda anticipar a la España de mañana tienen que poder darse todas las discusiones sin cortapisas. En un proceso constituyente se debaten y se deciden los marcos de convivencia y la hoja de ruta de un colectivo. No es un debate de dos, es un debate sobre el Podemos que necesitamos para el país que queremos.