GEOMETRÍA VARIABLE

La imprescindible apertura al centro

Rajoy necesitará un pacto serio con Rivera para lograr la investidura

Mariano Rajoy, en una cumbre de la UE en Bruselas.

Mariano Rajoy, en una cumbre de la UE en Bruselas. / periodico

JOAN TAPIA

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Tener que repetir elecciones porque tras las del 20-D los partidos no alcanzaron ningún pacto de gobierno no ha incrementado la confianza en los políticos españoles, ya muy sacudida por la crisis y los muchos casos de corrupción. Pero tampoco es sensato afirmar -como a veces se hace demagógicamente desde algunos medios- que los políticos son los culpables de todos los males. España está transitando de un bipartidismo imperfecto a un sistema de cuatro partidos estatales más tres nacionalistas relevantes (ERC, CDC y PNV). No es un asunto fácil.

El multipartidismo -en un país habituado a que ganan y mandan los unos o los otros- es una asignatura nueva y una reciente encuesta indica que ninguno de los gobiernos posibles (ni el de izquierdas, ni el de derechas, ni el de Ciudadanos más la izquierda, ni el del PP con Ciudadanos y el PSOE, ni la gran coalición) tendrían la aprobación del 51% de los electores. No, los políticos no son los culpables de todo, aunque el sistema de listas que casi los convierte en permanentes del partido inspira poco a la virtud.

No son al menos los peores del mundo o, como mínimo, no son peores que los de Gran Bretaña, donde el reciente referéndum puede llevar a la independencia de Escocia, al fin de los acuerdos de 1998 que lograron la paz en Irlanda del Norte, a que Londres se sienta incómoda como capital de un país que sale de la UE, a que más de cuatro millones de electores estén pidiendo ya un nuevo referéndum, e incluso a que no se sepa cuándo el futuro gobierno pedirá la salida de la UE.

Si se pide porque hay analistas solventes que sostienen que al final no habrá 'brexit'. David Cameron ha tenido que dimitir por un referéndum que prometió en el 2013 para asegurar su dominio personal sobre los conservadores; el líder del 'brexit', Boris Johnson, ha declinado sucederle porque el campo de los que quieren salir de la UE es un conglomerado sin hoja de ruta sacudido por las ambiciones personales personalismos; y (el plus que faltaba) el líder del UKIP, el autodenominado partido de la independencia que encendió la cerilla, ha anunciado que dimite como líder. Tras haber impulsado a Gran Bretaña a algo que 'The Economist' cree cercano a la anarquía, Nigel Farage no osa enfrentarse al futuro. Se va tras haber dado munición a Marine Le Pen y Geert Wilders, que exigen consultas similares en Francia y Holanda.

Los políticos españoles no son terribles, pero el panorama tras el 26-J sigue siendo enrevesado. Algunos sostienen -con razones sólidas- que sería conveniente que los dos grandes partidos abordaran juntos -es difícil hacerlo en solitario- tanto un nuevo encaje para Catalunya como el futuro de la Seguridad Social (el Gobierno ha gastado ya 42.000 millones de los 67.000 de la 'hucha' de las pensiones que dejó Zapatero) y las negociaciones presupuestarias con Bruselas. Es cierto, pero con este PP que ha gobernado desde la insolente soberbia de la mayoría absoluta (y quizá también con este PSOE 'embaronado') no parece factible. Rajoy puede presidir un gobierno conservador, pero no una gran coalición porque no genera ninguna estima en el centroizquierda.

Si Rajoy pacta con Rivera un programa que no sea puro continuismo y logra el apoyo de 169 diputados (sumando los 32 de Ciudadanos), será investido, aunque al final sea con la ausencia en la segunda votación de media docena de diputados socialistas. No será nada fácil, como tampoco lo fue el pacto del Majestic de Aznar (156 diputados) con Pujol en 1996. Pero si por el contrario Rajoy no logra la ampliación al centro y se queda compuesto con sus 137 escaños, el PSOE tendrá pocos motivos para sacarle las castañas del fuego.