GEOMETRÍA VARIABLE

Rajoy y mi amigo empresario

El activo del líder del PP es la economía; el pasivo, la muy escasa capacidad de pacto

Mariano Rajoy y el presidente de China, Xi Jinping, en la cumbre del G-20 de Hangzhou.

Mariano Rajoy y el presidente de China, Xi Jinping, en la cumbre del G-20 de Hangzhou. / periodico

JOAN TAPIA

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Mallorca, domingo 14 de agosto. Cena en una finca del sureste de la isla. Me encuentro con un inteligente y abierto empresario catalán al que conozco desde hace años. Vamos a llamarle S.

-"Bueno, supongo que tras el pacto con Rivera ya está todo arreglado y al fin tendremos Gobierno. No podemos permitirnos seguir así".

-"No estoy nada seguro. Creo que a Rajoy le falta capacidad de pacto".

-"Vale, le faltan muchas cosas, pero ahora la economía va bastante mejor -no solo gracias a él, por supuesto- y no vamos a tirarlo todo por la borda... Sí, Bárcenas y todo lo que quieras, pero corrupción e irregularidades las ha habido siempre en todas partes, y no estamos los españoles para dar lecciones al mundo.

Hace ya días de este diálogo y supongo que hoy S. debe muy inquieto. Sus razones están claras. Si la economía empeora, el bienestar social solo puede ir a menos y la tensión aumentará todavía más. Pero que Rajoy no haya sido investido indica que tiene problemas. La culpa no puede ser solo de los demás.

El presidente en funciones que encabeza la lista más votada no puede, al mismo tiempo, decir que es urgente que haya Gobierno estable y retrasar ocho meses su primer debate de investidura. Ha vuelto a demostrar escasa cintura y capacidad de negociación, como en toda su legislatura de mayoría absoluta, lo que ha agravado muchos problemas, empezando por el de Catalunya. Es cierto que se ha demostrado un político resistente, un parlamentario temible en las réplicas y que, en economía, sus aciertos superan con creces a los errores. Pero no basta. Ser investido, si se ha perdido la mayoría absoluta, exige cierta empatía, sensibilidad y capacidad de pacto.

Creer que Pedro Sánchez se iba a arredrar por hacer coincidir las hipotéticas nuevas elecciones con el día de Navidad indica no solo que no quería tanto pactar como imponerse -obligar-, sino un escaso respeto a la función de la oposición e, incluso, al sentido común. Ahora ya rectifica y admite acortar la campaña y que las elecciones sean el 18 de diciembre. Pero la prepotencia y la voluntad de imponerse que le lleva hasta la poca seriedad son su gran defecto.

Le ha costado mucho entenderse con Ciudadanos. Quizá sea culpa de Rivera, pero él ha hecho muy poco por acercarse. Tras el 26-J le ninguneó y tardó más de 15 días en reunirse. Al final, firmando un pacto anticorrupción, ha llegado a un acuerdo con Ciudadanos que le ha permitido tener 170 diputados. Pero 10 minutos después de perder el viernes la segunda votación, nos enteramos de que el Gobierno proponía al exministro Soria para un alto cargo en el Banco Mundial.

Cierto es que Soria no está ni procesado, pero en el clima actual de gran susceptibilidad con cualquier irregularidad -gracias, entre otras cosas, a las cuentas suizas de Bárcenas, a la Gürtel y a las 'tarjetas black' de Caja Madrid-, firmar un pacto anticorrupción y acto seguido enviar a Soria al Banco Mundial no es solo un indicio de total falta de sensibilidad, sino un grave error político. Lo escribió Enric Hernàndez el domingo, ¿qué cara se le habría puesto a Pedro Sánchez si, siguiendo las razones de muchos -entre ellos las de mi amigo S.-, se hubiera abstenido y Rajoy fuera hoy el nuevo presidente?

El gran problema de Rajoy es que tanto su conducta pasada como sus gestos de hoy no inclinan a creer que pueda restar crispación y hacer recobrar confianza en la democracia. Pero recuerdo la frase final de S.: “Se puede pensar de Rajoy cualquier cosa, pero no hay alternativa. Pablo Iglesias no quiere un gobierno de centroizquierda a la europea, sino un experimento bolivariano o griego. Sánchez no podrá pactar con él”.