Pequeño observatorio

El arte de mentir pide ayuda de expertos

Acepto, en cambio, el derecho a fingir porque no estamos obligados a ser transparentes... Seríamos unos suicidas sociales

Detenido un ladrón de pisos turísticos que fingía ser cojo

Detenido un ladrón de pisos turísticos que fingía ser cojo / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Casi todo el mundo, en un momento u otro ha dicho esta frase: «Cosas de la vida...». Es cierto. La vida tiene muchas cosas conocidas y desconocidas, porque la vida no es un programa que se pueda estudiar.

La vida, como hecho global, lo tiene todo: éxito y fracaso, alegría y dolor, honradez y trampa. Ahora hemos sabido, gracias a este diario, un caso notable de falsificación de la personalidad. El protagonista del hecho, delictivo, es un ladrón realmente singular por su manera de actuar. Entraba a pisos turísticos simulando que era cojo. Caminaba como si lo fuera y se ayudaba con un bastón. EL PERIÓDICO muestra la foto del hombre en un rellano de escalera, su territorio de trabajo. Un cómplice vigilaba por si aparecía un vecino.

Saber fingir es un arte, que no es exclusivo de este personaje. Es un arte que, sin voluntad de robo, se practica intensivamente en sociedad. ¿Qué haríamos sin nuestra capacidad de ficción? No quiero utilizar la palabra 'hipocresía', porque me parece que es excesivamente dura. Yo aludo, sencillamente, a las discretas mentiras que se dicen, que decimos, en algunos momentos de trato personal. «Esto que haces está muy bien». No pretendo hacer, ahora, un repertorio de mentiras, que son de una importancia graduable. «Estás muy guapa» puede ser una mentira animadora, en algún momento necesaria. «Tendré que marchar porque tengo prisa». Pero la única prisa que tengo es alejarme de aquel pesado.

No recuerdo quién dijo que una mentira era una «invención espiritual». La frase es espléndida. Pero hay algunas mentiras que son diabólicas cuando sirven para engañar y herir. El arte de mentir no es fácil. Pide, para ser eficaz, el dominio de la situación en la que se formula. Una mentira innecesaria es un indicio de trastorno psíquico, cuando no tiene justificación. Acepto, en cambio, el derecho a fingir. No estamos obligados a ser transparentes. Seríamos unos suicidas sociales.