Aquí no dimite ni Dios

Y va Echenique y liquida el tema de la contratación ilegal de un ayudante culpando al sistema

Echenique Podemos

Echenique Podemos / periodico

Emilio Pérez de Rozas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tenemos que creerles. Y confiar en ellos.  Y saber, o estar convencidos, de que ellos y solo ellos -los demás ya han demostrado ser unos corruptos-, son gente honrada, muy honrada. ¡Venga!, ¡va!, ¡vale!, votemos a estos que, al menos, no son corruptos. O, de momento, no han tenido tiempo de corromperse.

Venga, va, les votamos, pues a los otros ya los hemos pillado mil veces. Y, cierto, aún pillándolos -ya ven, Mariano Rajoy sigue ahí, en el diván de Peridis, haciendo ver que su partido no está en mil juzgados-, ellos continúan recibiendo millones de votos.

Aún no han tenido tiempo de mandar, de gobernar. Bueno, sí. Sí que gobiernan y mucho, y ya los han pillado en falso. Y nada más y nada menos que a un ‘pez gordo’ como Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos -el partido que va de nuevo, de limpio, de honesto, de transparente-. Y va Echenique y liquida el tema de la contratación ilegal de un ayudante culpando al sistema, con cuatro palabritas en medio de una conferencia sobre los resultados de su partido en Catalunya. Y punto pelota. ¿De verdad, en serio, alguien se puede creer a esta gente? ¿No son estos los que critican que los demás no dimitan?

Pienso en Mario Maza, el abogado del Estado que considera a Leo Messi un “capo criminal” por no declarar todo lo que gana a Hacienda. ¿Qué pensará Maza de Echenique? Nada, le parecerá perfecto que diga que “cuando yo pago a mi asistente sabiendo que no está al corriente de sus obligaciones con la Seguridad Social, sé que no estoy haciendo las cosas bien”.

Vale, estupendo, muy bien, ya. ¿Y? ¿Piensas hacer algo más? ¿Vas a dimitir? Pues nada, pido perdón y sigo a lo mío, que es gobernar como gobierna Mariano, haciendo ver que el tema no va conmigo. Ni con mis colegas. Ni con mi partido. Ni con la nueva política. Ni, mucho menos, con los nuevos políticos. Viejos, más que viejos. Todos iguales.