Pequeño observatorio

Aquel tiempo que pasó para siempre

En la Barcelona de 1925, los peluqueros de clientela femenina se anunciaban en francés: 'Coiffeur pour Dames'

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JOSEP MARIA ESPINÀS

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El libro que buscaba, en casa, no lo he encontrado, pero sí un volumen que hizo encuadernar mi padre un par de años antes de casarse. Son nueve programas del Liceu, rellenos de informaciones y de anuncios. Pero lo que me ha impresionado más son las notas de sociedad. Así dan a conocer las bodas con los regalos recibidos: «De don Antonio Sierra y señorita de Ramoneda, su prometida, cubiertos de plata para pescado; de don Fernando de Delás, preciosa maleta de piel; de don Erasmo de Janer, tazas y cucharitas de esmalte y plata; de los señores Pilón-Alarcón, cesta de plata repujada; de los señores de Pion Maristany, botellitas de cristal para licor; de la señora viuda de Cabot, lámpara-pantalla de pergamino...». «Y de los señores de Pagès-Flaquer, caja de tabacos».

Era la Barcelona de 1925, si no me equivoco. Una década antes del estallido de la guerra civil. Cuando Miramar, el restaurante con vistas al Mediterráneo, se anunciaba en francés e inglés, organizaba 'The dansants', decía que se hablaban todas las lenguas y osaba afirmar que ofrecía cocina de todos los países.

Que aquel tiempo ha pasado definitivamente no hace falta decirlo. Un paraguas de primera calidad costaba 2 pesetas y 35 céntimos. Un bastón, 2 pesetas. Los peluqueros de clientela femenina anunciaban en francés: 'Coiffeur pour Dames'. Era la lengua distinguida: 'Manon, Institut de Beauté'. Y el cine Fémina anunciaba que disponía de un «elegante salón»...

Leo todo esto y pienso en nuestro padre, que pocos años después sufrió las angustias de una guerra, y en nuestra madre que, cuando sonaba el aviso de bombardeo, quería tener a sus hijos reunidos en un rincón del piso. Vuelvo a abrir el libro donde mi padre anotó los espectáculos que, en su juventud, había ido a ver. La guerra ya no fue una representación de teatro. Si él hubiera conocido esta canción francesa quizá se hubiera identificado: «Señor mío, Pasado, dejadme pasar...».