Antisistemas y democracia

En política el concepto sistema tiene significados distintos. Puede describir el conjunto de instituciones políticas o puede también, de manera más genérica, referirse al conjunto de formas de proceder que se consideran razonables o adecuadas. El problema surge cuando se trata de identificar y caracterizar un movimiento político o unas determinadas posiciones como contrarias a ese conglomerado de convenciones consideradas como razonables o aceptables. Y ello es aún más complicado si vivimos en momentos de cambio de época, ya que lo que era normal deja de serlo, y lo que era considerado insólito o fuera de sitio empieza a convertirse en lo deseable.

Como pueden imaginar los lectores, todo ello viene a cuento a raíz de las declaraciones de la ahora dinámica vicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría, o de líderes políticos como Arrimadas o García Albiol, que anatemizan a la CUP considerando que fuerzas de orden (como CDC) no deberían ni imaginar que pueden llegar a pactos con la expresión máxima de antisistematicidadque definiría a la CUP. Hace poco eran otros los que recibían esos epítetos y ahora son alcaldes y, por tanto, sistema.

Un poco de por favor. Que Ada Colau sea alcaldesa y que la CUP tenga hoy diez diputados y esté en gobiernos importantes no debería considerarse expresión de antisistema, sino una prueba de que este sistema democrático logra incorporar a fuerzas políticas que quieren modificar de raíz su funcionamiento. Un sistema democrático es más fuerte no cuanto más consenso genera, sino cuanto más disenso es capaz de contener. Debería alegrarnos que los contrarios a la injusticia y la desigualdad, que este sistema tolera y justifica, estén dispuestos a modificarlo y exijan cambios profundos. A lo mejor, lo que ocurre es que si quieres mejorar la calidad de la democracia no te queda otro remedio que ser un poco antisistema.