La calidad de la democracia

Alerta: pluralismo menguante

La variedad de opiniones y su reflejo en los medios de comunicación está disminuyendo en España

XAVIER BRU DE SALA

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Más que el hecho en sí de las elecciones, que en muchos países son puro trámite, el principal marcador del desarrollo de las sociedades es el pluralismo. El debate ideológico y político, la crítica al Gobierno, a las instituciones y a los propios agentes sociales. Las miradas contrapuestas en competencia. En las democracias de baja intensidad, el pluralismo es escaso, la oposición es perseguida o arrinconada, la libertad de información y de opinión, restringida. Se celebran elecciones, sí, pero el juego no es limpio, las diferentes opciones no se confrontan en pie de igualdad. Una vez establecidos y consolidados los mecanismos del cambio de mandatarios, los auténticos fundamentos de la libertad no son media docena sino dos y solamente dos: el reparto del poder y el pluralismo.

Sobre el primero -definido en frase magistral de Montesquieu como «esparcir el poder»- dejemos constancia de las múltiples voces que advierten, desde hace ya tiempo y no sin razón, de la irrefrenable tendencia española a concentrarlo cada vez en menos manos, si puede ser en una mejor para el de arriba (y peor para el país). El pluralismo empieza a menguar en España. Disminuye por la creciente escasez de temas de verdadera discrepancia y propuesta alternativa entre los dos principales partidos. Rubalcaba tan solo ha encontrado un asunto, el aborto, que le aleje del PP de manera creíble. En el resto, incluidos los muertos en la frontera con Marruecos, critica lo que haría si gobernara. Por si fuera poco, y sobre todo en los últimos meses y días, el pluralismo disminuye por la mayor influencia del Gobierno en algunos de los grandes grupos de comunicación.

Todo demócrata intuye que el pluralismo es básico. En las dictaduras se persigue en diferentes grados la expresión de ideas contrarias a las del régimen, desde la censura en los medios hasta la delación de los desafectas por parte de parientes y amigos a que obligaban algunos sistemas policiales del Este y que pervive con una estremecedora virulencia en Corea del Norte. En las democracias de baja intensidad, por ejemplo Rusia o Venezuela, los opositores políticos son perseguidos o amenazados, pero sufre todavía más la libertad de prensa, ya sea por medio del asesinato selectivo de periodistas incómodos -lo que delimita los campos sobre los que la autoridad veta informar- o bien con maniobras como la falta de papel para imprimir diarios urdida por Nicolás Maduro.

Entre otras aportaciones de primer orden del economista Amartya Sen, premio Nobel de 1998 y un año antes Premi Internacional Catalunya, conviene tener presentes sus apreciaciones que relacionan el pluralismo con el hambre y el bienestar. Recuerdo que explicaba que a menudo el hambre no se relaciona con la falta de alimentos sino con conflictos e intereses que, con buenos niveles de información -es decir, con pluralismo-, toman formas menos virulentas y se corrigen antes. El profesor Sen es uno de los padres del índice de desarrollo humano, uno de los principales teóricos de la economía del bienestar y un defensor de la libertad positiva, que no pregunta sobre aquello que nos es permitido sino sobre lo que en la práctica cada cual puede hacer o no. Si no me han educado para discernir con suficiencia, el ejercicio del derecho de voto queda disminuido. Si no tengo acceso a una información plural, el derecho de voto también se ve restringido.

Pues bien, la mayor parte de ciudadanos españoles se ven privados de manera progresiva de información plural. En los últimos tiempos, parece que las operaciones de control del Gobierno de Rajoy sobre grandes grupos de comunicación han obtenido el éxito deseado, traducido en varios cambios en la dirección de medios muy influyentes. El objetivo del presidente del Gobierno no consiste en cambiar la línea de ningún medio, puesto que el público sabe qué espera y si no resulta satisfecho pronto cambiará de preferencia. El propósito del poder es que los nuevos directores no sean tan proclives a enfrentarse a Rajoy y criticar sus decisiones. También se supone que tendrán que estar dispuestos a informar con menos espacio y menor entusiasmo sobre la oposición, sea de derechas o de izquierdas.

Estas cosas se hacen siempre de forma sutil. No se producen grandes movimientos de la noche a la mañana, pero basta -de hecho, el objetivo de Rajoy no va más allá- con abstenerse de erosionar al poder. Nadie está libre del apremio, pero cuando sobrepasa cierto grado el pluralismo se resiente y el poder tiende todavía más a concentrarse en una sola mano. La ciudadanía tendría que evitarlo, pero no tiene capacidad de maniobra ante este tipo de manipulaciones.