Geometría variable

¿Ha alcanzado Mas el nivel de agotamiento?

JOAN TAPIA

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Artur Mas es quizás -preferencias políticas aparte- el político catalán más cualificado. Por su constancia (su peligro es la testarudez), porque sabe explicar de forma clara asuntos complejos (capacidad didáctica) y por su correcto instinto económico. Dicho esto -que es así- puede haber llegado a su nivel de agotamiento. No tiene ningún sentido que en el 2011 eliminara el ya reducido (por el conseller Antoni Castells) impuesto de sucesiones y ahora lo recupere. Bueno, entonces quería sintonizar con los sectores o lobis que le empujaron a la presidencia y ahora necesita mantenerse en ella con el apoyo de ERC. Pero la crisis fiscal de la Generalitat (insuficiencia de ingresos) era igual entonces que ahora. ¿Justifica el fin (lograr o mantener la presidencia) bajar o subir impuestos a capricho político sin considerar lo que es conveniente para la economía en un momento de grave crisis?

Tampoco tiene sentido que cuando dice estar decidido a convocar una consulta sobre algo similar a la independencia -que no puede sino provocar un fuerte choque con el Estado- y pocos días después de negarse a asistir al acto anual del Foment del Treball por problemas de protocolo con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, exhorte a sus consellers -según titula un periodista normalmente bien informado y no mal dispuesto- a un «giro estratégico» que dé prioridad al desafío económico. Como bien dijo hace poco Jaume Guardiola, consejero delegado del Banc de Sabadell (y en estas líneas nos hicimos eco), lo primero que necesita el empresario es previsibilidad y estabilidad. Abrir una crisis constitucional es lícito aunque siempre arriesgado. Pero casa mal con la prioridad de sacar al país de la crisis.

Artur Mas debe hacer balance. Ganó las elecciones del 2010 -contra el tripartito- con 62 diputados pero sin mayoría absoluta. Luego, tras subirse cual Mesías a la explicable pulsión independentista, disolvió el Parlament y se quedó con 52 diputados. Ahora las encuestas (EL PERIÓDICO y El País la misma semana) le dan la mitad de escaños (31 o 32). Y Esquerra engorda y multiplicaría por más de tres los 10 diputados que obtuvo en el 2010, hasta 36-38. Mientras, Mas ha dejado de ser el president preferido (en un año ha visto cómo ha pasado de obtener el apoyo del 41% de los catalanes al 21%) en beneficio de un crecido e inteligente Oriol Junqueras. Y la coalición con Unió, tan rentable desde el año 1980, está en peligro de ruptura para el 49% de sus electores. Sería tener una venda en los ojos no concluir que la cuenta de pérdidas y ganancias arroja un saldo catastrófico para el líder de CiU.

Lo más extraño es la dogmática negativa a cualquier revisión. ¿Por qué atacar y menospreciar cualquier intento de tercera vía, como la sugerida por Josep Antoni Duran Lleida, secretario general de la federación, que engloba a CDC, cuando pese a todo -incluso la sentencia del Estatut- Catalunya ha tenido la etapa de autogobierno más larga de su historia? Hasta ahora, Convergència siempre equilibró ideología y conveniencia. ¿Ha llegado Mas a su nivel de agotamiento?

OCHO POLICÍAS IMPUTADOS

Cuando los mossos tienen que huir

Ayer, el juez imputó a ocho mossos implicados en la muerte de un empresario en el Raval. La conselleria les apartó del servicio. Tarde y a remolque. Y el viernes, un centenar de personas obligaron a huir a 10 mossos que iban a detener a un ecuatoriano. La policía no puede hacer el ridículo. Debe imponer orden y ser respetada, pero ello exige también buena imagen. Ahora quienes tanto criticaban al conseller Joan Saura -que insistía en la necesidad de una conducta escrupulosa de las fuerzas del orden- deben hacer examen de conciencia. Y el actual conseller, Ramon Espadaler, hombre prudente, no puede mantener a un director general que desde el caso de Ester Quintana no dejar de crear problemas.