No basta con pedir perdón
Bien está que el superior de los Maristas se disculpe por los abusos sexuales a menores. Ahora le toca denunciar a los culpables y a sus encubridores
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
A Emili Turú, máximo responsable de los Hermanos Maristas Hermanos Maristas en todo el mundo, le honra haber confesado por fin que la congregación amparó, por acción u omisión, los abusos sexuales a menores cometidos en sus escuelas. Bien está que pida perdón a las víctimas indefensas por la sevicia de los depredadores sexuales que la institución tenía (¿aún los tiene?) a sueldo, y que lo haga sin tapujos: "No siempre hemos actuado con la delicadeza, rapidez y firmeza que esas situaciones pedían. O quizás no hicimos suficiente esfuerzo de prevención." Pero que no se equivoque: no basta con pedir disculpas.
Han transcurrido 11 meses desde que Guillem Sànchez y Jesús G. Albalat destaparon en EL PERIÓDICO el primer caso de violencia sexual contra menores en los Maristas de Sants-Les Corts, cuyo autor, Joaquín Benítez, confesó después sus fechorías a los reporteros María Jesús Ibáñez y Josep García. El periodismo de investigación desveló un escándalo que fue 'in crescendo': 43 denuncias presentadas por exalumnos de diversos centros catalanes de la orden contra una docena de profesores, en su inmensa mayoría por hechos penalmente prescritos.
La tardía petición de disculpas de catalán que dirige los Maristas no expía, sin embargo, los pecados cometidos por quienes durante décadas encubrieron a los pederastas. Ni tampoco disculpa las evasivas y las argúcias de los responsables de la orden en Catalunya, que se han escudado en una anomalía jurídica, los plazos inexplicablemente cortos de prescripción del delito de abusos a menores, para enterrar el escándalo bajo el manto del silencio y el olvido.
UNA SEÑAL INEQUÍVOCA
Por esta razón, la confesión y la solicitud de perdón no pueden ser sinónimo de redención. El daño causado a quién sabe cuantos pequeños y la valentía de quienes han roto su torturado silencio para denunciarlo debería bastar para que los Maristas den un paso más y se personen ante la justicia para señalar a los presuntos culpables y a sus encubridores. Aunque no tenga efectos penales, sería esta una señal inequívoca de que la orden nunca más volverá á ser tolerante con quienes trunquen las vidas de personas inocentes.
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