Abusos: romper la cadena

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Abusos en los Maristas_MEDIA_1 / JORDI COTRINA

Albert Sáez

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Los escalofriantes testimonios de las abusos sexuales del Beni en el colegio de los Maristas de Les Corts consternaron este jueves a los alumnos de esa escuela y despertaron agrios recuerdos en algunas de sus víctimas que rápidamente se sumaron a las denuncias presentadas. Cada antiguo alumno que consiga superar la losa del silencio que le ha acompañado durante décadas sumará probablemente unos años más de condena para el Beni. El profesor, entrevistado por María Jesús Ibáñez, ha confesado sus fechorías y ha desvelado sus propios fantasmas en un óscuro internado religioso. Nada le exime ni mucho menos le exculpa, pero su sórdida historia nos da algunas lecciones para erradicar esta lacra de la sociedad que algunos, recordemos a Arcadio Espada en el caso Raval, aún han querido presentar en ocasiones como una práctica sexual tolerable.

Para las víctimas, es sumamente doloroso pasar por el calvario de la denuncia ante la justicia. Es un dolor que se suma al dolor del abuso que daña tanto físicamente como, especialmente, psicológicamente. Dar la cara, denunciar, rompe la cadena entre víctimas y futuros acosadores. Pero no siempre es posible ni mucho menos fácil. Por ello es necesaria la máxima dilgencia y también la máxima prevenciónLos Maristas de Les Corts no deberían haberse limitado a despedirlo. Se deberían haber asegurado de que no tendría nuevas oportunidades de cometer esos abusos y eso solo se podía garantizar con una condena que no debería depender, únicamente, del testimonio de las víctimas. Quizás hubieran podido colaborar con la policía para pillarlo in fraganti

Penales

Para quienes tenían dudas, el caso del Beni demuestra la utilidad de pedir a los maestros un certificado de penales para que nadie acabe contratando a quienes otros han expulsado.  El goteo de casos de abusos sexuales y de otras prácticas de violencia en el entorno escolar no cesa. Habrá quien lo utilizará para llevarse las manos a la cabeza. No les falta razón, pero también deben pensar que si ahora se denuncian es porque el grado de tolerancia de la sociedad, afortunadamente, ha disminuido exponencialmente y denunciar es algo menos doloroso. Muy poco. Pero menos.