Abeto rojo

La carrera por los genomas está llegando al límite y ahora se ha superado una nueva barrera con la publicación del correspondiente al abeto rojo ('Picea abies'). Los árboles de la familia de las coníferas, como los pinos y los abetos, tienen algunos de los genomas más complejos que se conocen.

El trabajo, publicado por la revista 'Nature', está encabezado por científicos suecos, aunque en él también han colaborado grupos de Canadá y un investigador de dos de nuestros más preciosos jardines, el Botánico de Valencia y el Mar i Murtra de Blanes. En Suecia hace tiempo que decidieron apostar por las nuevas tecnologías genómicas en el estudio de los árboles que pueblan sus bosques. Son parte del paisaje nórdico y una riqueza importante que explotan en forma de pasta de papel, madera y muebles. Si grupos norteamericanos pasaron por delante en el genoma del chopo, ahora los suecos han sido los primeros con el abeto rojo.

El trabajo ha requerido un esfuerzo importante. Estas especies tienen genomas enormes, más de diez veces mayores que el genoma humano, pero tienen un número similar de genes que otras especies de plantas que tienen genomas cien veces más pequeños. Han encontrado que entre los genes hay grandes regiones con fragmentos de ADN que se repiten y mutiplican. Quizá estas especies no tienen manera de eliminarlos, porque es difícil pensar que tengan alguna función.

Las coníferas cubrieron la superficie del planeta desde su aparición hace más de 300 millones de años hasta que las plantas con flores y frutos comenzaron a emerger y a competir con ellas hace unos 130 millones. Ocupan todavía grandes regiones del norte del planeta, están entre las plantas que más tiempo viven y son las más altas que hay. No entenderíamos nuestros paisajes sin los abetos o sin los pinos mediterráneos. Además, su madera es una fuente de riqueza. Su genoma nos ayudará a apreciarlos mejor en todos los aspectos.