El 27-S y la «caducidad» de Mas

ENRIC< HERNÀNDEZ

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Como quien no quiere la cosa, en el marco de una beatífica entrevista en Ràdio EstelArtur Mas ha dejado caer una advertencia de largo recorrido: «La caducidad de mi carrera política la decidirá en primer lugar la gente el próximo 27 de septiembre.» Pretextarán los exégetas de la causa, no sin algo de razón, que el 'president' de la Generalitat ya anunció en el 2012 que abandonaría la primera línea de la política una vez celebrada la consulta soberanista, y que lo repitió el pasado 25 de noviembre al trazar su hoja de ruta independentista. Incluso agregarán que sugirió la posibilidad --bien que con la boca pequeña-- de no encabezar la lista única ofrecida en vano a Esquerra. Pero las circunstancias han cambiado, y las motivaciones del lider de CiU para amagar con su retirada, también.

Si no hay hechos sobrevenidos que lo impulsen a modificar el calendario electoralMas afrontará la cita del 27 de septiembre con un doble objetivo: primero, conformar, de la mano de ERC --y la CUP si es preciso--, una mayoría independentista en el Parlament aritméticamente incontestable, en escaños y en votos; y segundo, asegurarse de que CiU preserva, si no la perdida hegemonía del catalanismo, sí el liderazgo del proceso soberanista, merced a una amplia ventaja respecto a su más inmediato competidor, Oriol Junqueras (ERC). Lo que, de paso, le permitiría gestionar más cómodamente el enrevesado escenario político posterior al 27-S, incluso en la hipótesis de que las fuerzas soberanistas no logren satisfacer sus expectativas plebiscitarias. Sin una mayoría clara a sus espaldas, pero tampoco en las bancadas opuestas, CiU emergería de nuevo como el 'pal de paller' de cualqiuer alianza poselectoral.

Plebiscito personal

Para lograr su propósito, Mas debe hacer valer su experiencia como gobernante y la hoja de servicios del 9-N para convencer a los votantes independentistas de que la nave soberanista  solo llegará a buen puerto si él maneja el timón. Es decir, que si las urnas debilitan su liderazgo saltará por la borda, cederá los mandos a Junqueras y el proceso se irá a pique. Con lo que convertirá el 27-S, también, en un plebiscito sobre sí mismo.