Gente corriente

José Javier Silvestre: "A mi hija le dieron un 10% de posibilidades de curarse"

Guardián de la memoria. Un cáncer le arrebató a su hija, escribió su historia y no hubo editor que apostara.

José Javier Silvestre

José Javier Silvestre

NÚRIA NAVARRO

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Su hija, Andrea, no superó un cáncer. Se habría ido con ella... Pero José Javier Silvestre eligió vivir y escribir su historia. Era la forma de elaborar el dolor, de mantenerla con él. Sin embargo, no hubo editor dispuesto a publicarla. «Acaba mal», coincidieron. Así que la autoeditó, la titulóCampos de amapolasy la distribuye a través de la red (jjvan210966@yahoo.es).

-Aquí tiene espacio para contar esa historia.

-Dos meses después de la muerte de mi hermana, a consecuencia de un cáncer de ovarios, empezó a enfermar mi hija, Andrea, de 6 años. Le dolía todo. Cuatro médicos no acertaron a dar un diagnóstico en cuatro meses. A finales de enero del 2004, una ecografía reveló un neuroblastoma tan avanzado que le dieron un 10% de posibilidades de curarse.

-Una entre diez...

-Programaron quimio y radioterapia. Yo regentaba un bar en Gualba, pero a los tres meses de tratamiento dejé de trabajar. Mientras seguíamos ese camino, le suministramos productos naturales, entre ellos Bio-Bac, una alternativa que Sanidad no solo ha retirado de la circulación, sino que la ha perseguido argumentando que es inocua pero peligrosa.

-¿Notó una mejoría?

-El aspecto de Andrea era mejor que el de otros enfermos. Pero su tumor era quimioresistente. Le dieron un montón de tratamientos distintos. Hasta que, en septiembre del 2005, la enfermedad se reactivó.

-Debe ser difícil soportar algo así.

-Los niños son tan fuertes y tienen tantas ganas que te arrastran. Andrea era muy positiva. No dejó de ir al colegio. Sonreía todo el tiempo.

-Llegaron a viajar a Nueva York.

-Sí. Para seguir un tratamiento con anticuerpos en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center. Hicieron pruebas durante diez días y nos dijeron que regresáramos a las tres semanas para iniciar las sesiones. Pero en realidad creyeron que la niña no se iba a curar. Y en lugar de decírnoslo a la cara, esperaron a que estuviéramos en Barcelona para comunicarnos que no volviéramos. No se portaron nada bien. No nos trataron como a personas.

-Cortaron la esperanza de cuajo.

-Los niveles de Andrea estaban bajos y había que transfundirle sangre. Nos hablaron de una terapia con ondas cuánticas y probamos. Pero llegamos a un punto de no retorno. Luchó dos meses y medio, hasta que en el hospital le quitaron la respiración artificial para administrarle un tratamiento y ya no recuperó los niveles. Intentaba hablar y no se le entendía. Dijeron que el hígado fallaba, que había que dejarla morir. Yo me negaba, hasta que un día oí que Andrea me dijo:«Ajuda'm».

-El desenlace menos deseado.

-Estaba seguro de que me iría con ella. No había nada que me importara más que Andrea. Pero me di cuenta de que la única manera que tenía de llevarla dentro de mí era manteniéndome vivo y escribiendo sobre ella. Se merecía que pusiera las cartas sobre la mesa. Porque Andrea no figura en las estadísticas...

-¿Qué quiere decir?

-Se da publicidad al cáncer de mama porque tiene buenas perspectivas de curación, pero de los otros nadie habla tanto. Deberían decir que aún se están buscando las armas, ser más sinceros en cuanto a los resultados obtenidos.

-Habrá quien considere que habla desde el dolor.

-Yo agradezco al equipo médico su trabajo, pero también digo que hay burocracia, errores humanos y una industria farmacéutica que gana una barbaridad con el cáncer. Cada vez que entras en el hospital, la Seguridad Social desembolsa 1.600 euros, y en buena parte van al fabricante de quimioterapia. También digo que, para curar, no puedes considerar que el único camino es el oficial. Te ves rozando la ilegalidad cuando se trata de la salud de tu hija.

-Las alternativas también son un negocio.

-El desembolso no tiene comparación. Y ante una enfermedad como el cáncer, donde los resultados son tan pobres, hay que abrirse.

-¿Acabamos con una nota de optimismo? Vuelve a ser padre.

-De un niño que nació en Mali. Era un proyecto que existía desde antes de que Andrea enfermara. Tres meses después de su muerte, fuimos a la agencia y la Generalitat nos dijo que si habíamos perdido a una hija no podíamos adoptar hasta pasar un año de duelo. ¿Un año? ¡El duelo empezó el día en que nos dijeron que Andrea tenía un 10% de posibilidades de curación! Al parecer, la muerte de un hijo penaliza para tener otro. Pero esa es otra historia.