Los jueves, economía

El Prat, más lejos que antes

Aunque todavía no se conocen los detalles, los planes del Gobierno central suponen un paso atrás

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ANDREU Mas-Colell

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En el anuncio del Gobierno central sobre concesiones administrativas en los aeropuertos de El Prat y Barajas y sobre la venta de un 49% de AENA confluyen dos dinámicas diferentes. Una es ganar dinero en un momento en el que el desarrollo de la crisis económica exige enviar señales de buen comportamiento fiscal. La otra es responder a las reivindicaciones catalanas sobre la gestión individualizada de El Prat.

En cuanto a la primera, me limitaré a dos comentarios. Uno es que, para el objetivo de ganar dinero, el doble programa de concesiones y venta es confuso, puesto que la valoración de AENA no será independiente de cómo se realicen las concesiones. Es una forma complicada de proceder que lleva a pensar que estas últimas son una oportunista añadidura para poder decir que se individualiza la gestión de algo. En segundo lugar, querría observar que la venta, parcial o completa, de

AENA implica la venta de activos que están en Catalunya y que derivan su valor de la vitalidad económica y social catalana. Son activos catalanes. Para mí es evidente que estos recursos deberían destinarse no solo a rebajar la deuda del Reino de España, sino también la de la Generalitat de Catalunya.

La segunda dinámica es la esencial desde el punto de vista del autogobierno de Catalunya y de la defensa de nuestros intereses económicos territoriales. En primer lugar, está claro que respecto de la reivindicación de gestión individualizada del aeropuerto de El Prat las concesiones administrativas de servicios de las que se habla concretamente (todavía no tenemos detalles) están muy lejos de cubrir lo que es estratégicamente importante: inversiones, tarifas, slots (derechos de aterrizaje), etcétera. Todo esto quedaría, al parecer, en AENA o en el Congreso de los Diputados. Está bien, y es un paso adelante, que la gestión de los servicios de funcionamiento interno de El Prat puedan mejorar su eficiencia con una gestión privada de envergadura y más integrada que ahora, pero pretender que esto es lo que se reivindica con la expresión de «gestión individualizada» es muy inexacto. Es, en realidad, una cortina de humo.

Hace 12 años (1998) escribí lo siguiente en la Revista Econòmica de Catalunya: «En lo que se refiere al aeropuerto, conviene ceñir el pensamiento hacia lo que de verdad se trata: lograr romper el control centralizado». Y sigue siendo así: se trata de obtener el control individualizado (o aún mejor: la propiedad individualizada). En esto la propuesta del Gobierno no solo no avanza sino que retrocede. Representa una política de hechos consumados que podría hacer imposible para siempre jamás el control individualizado y su consecuencia necesaria: que El Prat compita con Barajas. AENA es hoy un monopolio público. Su privatización en bloque la convertiría en un monopolio privado. Quizá con regulación pública. Pero tanto el ser monopolio como la regulación desde el Ministerio de Fomento implicarán lo mismo: la subordinación de El Prat a Barajas. Y que no se nos diga que solo se vendería el 49% y que por lo tanto nada cambiaría. ¡Claro que cambiaría! Aunque la privatización se quedase en el 49%, muy improbable a medio plazo, y aunque los socios privados fueran pasivos (financieros), su presencia haría mucho más difícil segregar la propiedad de El Prat. No costaría nada vender ahora el 49% de cada aeropuerto por separado (excusas de tipo «es jurídicamente compleja» son eso: excusas). No hay la intención de hacerlo, o bien porque no se considera políticamente deseable (es lo más probable), o bien porque se prevé que se ganaría menos dinero, lo cual indicaría que se es muy consciente de que se está impulsando un monopolio. Un monopolio que sería muy pernicioso, especialmente para Catalunya.

Decía en 1998: «A una privatización [de AENA] in toto deberíamos oponernos radicalmente, puesto que consagraría la dependencia del aeropuerto de El Prat respecto de un sistema español centralizado. También es preciso decir que la lógica de la eficiencia económica, no solo la lógica política, estaría a nuestro favor: mantener la estructura unificada del sistema de aeropuertos españoles no es muy compatible con el impulso de programas liberalizadores». No tengo razones para modificar la opinión.

¿Cuál sería la situación ideal a la que habría que aproximarse? En palabras que utilicé en el acto celebrado en el IESE en marzo del 2007, «hay que disponer de una institución, digamos consorcio, que tenga un control completo sobre sus activos y pasivos [de El Prat], y que cuente con una mayoría del territorio en sus órganos de gobierno. Establecer que los representantes del territorio dispongan del control de la institución tendría que ser previo a las grandes decisiones estratégicas: sobre el grado de privatización (que, en mi opinión, tendría que ser considerable)...» En este tema, como en todo, se pueden aceptar pasos parciales hacia la situación ideal. Pero, no nos engañemos, la venta en bloque del 49% del capital de AENA no nos acerca a ella, nos aleja. Catedrático de la UPF y presidente de

Barcelona Graduate School of Economics.