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Dos horas sin Renfe

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

El extremo más alarmante de la avería que ayer se registró en el centro de mando de Adif en Barcelona no es que Catalunya quedara sin servicio de tren, sino que quedara en evidencia que no existe un plan B, una alternativa que exima a los usuarios de soportar las consecuencias de quedarse sin la red de Renfe. Cualquier infraestructura puede sufrir una avería, pero, justamente porque existe el riesgo, deben estar previstos medios para reducir los efectos al mínimo. En el caso de los servicios que no pueden prescindir del suministro eléctrico, se han acuñado incluso las siglas SAI (servicio de alimentación ininterrumpido) para dar nombre a tales mecanismos.

Desde luego, Adif no dispone de ellos a la vista de lo sucedido la madrugada de ayer -el fallo de un transformador por causas ajenas a la tormenta-, que, si no desencadenó el caos, fue gracias a que era día festivo. En fecha laborable, dejar paralizada la red de cercanías, media y larga distancia entre las 5.30 y las 7.30, entraña alterar irremediablemente la vida cotidiana de cientos de miles de contribuyentes a los que, con demasiada frecuencia, se dispensa un servicio por debajo de sus expectativas y de los impuestos que pagan.

Los detalles dados por Adif relativos a la naturaleza de la avería son de agradecer, pero lo que realmente esperan los usuarios es que les expliquen por qué los ordenadores que gestionan el tráfico ferroviario no disponen de un sistema que evite una parada de dos horas. No es mucho pedir, la Administración catalana debiera ocuparse de ello y, ya puesta, exigir una solución sin demora.