Rajoy elude el Estatut

El primer viaje a Catalunya del líder del PP, Mariano Rajoy, desde que se dio a conocer la sentencia del Estatut consistió ayer en un sorprendente ejercicio de divagación política en el que a punto estuvo de no salir a colación el fallo del Tribunal Constitucional (TC). Como si no fuese con él la crisis abierta por el recurso presentado por el PP hace cuatro años, como si no tuviera nada que ver con la sentencia del TC, como si todo hubiese quedado tranquilamente superado con la decisión de los magistrados, eludió referencias explícitas a los efectos de la sentencia y se limitó a denostar al Gobierno.

En realidad, hizo algo más: asegurar que, para el PP, el debate referido al Estatut no forma parte de las «preocupaciones de la gente». Si la discusión hubiese quedado circunscrita al ámbito institucional, podría compartirse el juicio de Rajoy, pero después de la manifestación del día 10 la suya es una opinión arriesgada por no decir ajena a la lógica.

Lo que ha sucedido en Catalunya durante las últimas semanas está lejos de ser una herida de las que se curan con el simple paso del tiempo. Y si Rajoy no lo cree, debe rectificar cuanto antes de criterio para que sus visitas a Catalunya no causen la extrañeza de esta última. Si no lo hace, mientras se mantenga encerrado en un fundamentalismo constitucional que ni admite la posibilidad de reformar el texto de 1978 ni otras vías que reparen el daño causado por la sentencia, Rajoy contará con el aplauso garantizado de sus militantes, pero también tendrá asegurada la desconfianza del grueso de la sociedad catalana.