El epílogo

Guerra de banderas

JUANCHO Dumall

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En una de sus últimas giras,Joaquín Sabinalucía una camiseta negra que llevaba estampado el conocido lema deProhibido fijar carteles. Pese a ser un artista que lleva décadas pregonando ideología, ese mensaje venía a ser una advertencia para quienes gustan de encasillar a las personas según el riguroso esquema de las doctrinas. Frente a esa actitud, la de quien huye de exhibir sus creencias, gustos, aficiones y religiones, están quienes necesitar expresar sus convicciones haciendo ostentación de símbolos. Barcelona ha sido este fin de semana el escenario de esas dos actitudes ante la vida.

Las calles de la ciudad se han llenado de banderas.Senyeres, estelades,españolas, azulgranas… Muchos ciudadanos han querido expresar sus emociones por el procedimiento, cívico y democrático, de colgar la tela de sus amores en el balcón. Así, hemos asistido a una nada sangrienta guerra de las banderas marcada por la coincidencia de dos acontecimientos lejanos en el terreno racional, pero muy juntos en el de la simbología: la protesta contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya y la final del Mundial de fútbol, ganado por España. Dos hechos que han sido elyin y elyangen una sociedad obsesionada por la identidad.

Transversal

Sería, sin embargo, un error colegir que semejante profusión de estandartes significa que vivimos en una comunidad partida en dos comunidades de afectos. La sociedad catalana es, por fortuna, mucho más transversal que todo eso, por más que algunos pretendan establecer que es imposible manifestarse por el autogobierno y celebrar el gol deIniesta.

Catalunya se ha sentado este fin de semana en el diván del psicoanalista –como suele hacer Argentina cada vez que el país sufre una sacudida social– y seguramente ha descubierto que su esperanza de futuro radica en conservar el mejor de sus valores: la convivencia entre quienes exhiben con orgullo la bandera independentista, los que vibran con España y los que, simplemente, preferimos que no nos peguen carteles en la pechera.