EDITORIAL: 'Universidad abierta'

L a universidad española se enfrenta a grandes retos en los próximos años: la definitiva consolidación del Espacio Europeo de Educación Superior con la implantación total de los grados; la maduración de los másteres como verdadera alternativa de segundo ciclo; la financiación, ligada a determinados parámetros de control y excelencia, y los pasos que hay que dar para que la investigación y la transferencia de conocimiento se equiparen a los niveles europeos. Uno de los retos, y no de los menores, es convertirse en un polo de atracción científico e intelectual para estudiantes de todo el mundo. Es decir, más allá de los intercambios que, hoy por hoy, se dan en el entorno de las universidades del país, centrados en las relaciones domésticas europeas, a través del programa Erasmus, o en la influencia histórica ejercida entre los países latinoamericanos.

El reto consiste en llamar la atención de manera coordinada y efectiva en regiones emergentes (China, la India, Rusia) donde la universidad española aún no ha encontrado sumercado, una circunstancia que no se advierte como anecdótica, sino formando parte de una línea estratégica vital para el futuro. Para ello, la Administración y las universidades deben apostar por una mayor intensificación de la oferta no solo de másteres, sino también de grados de inglés, sin olvidar la base de la potencia virtual que, cada vez más, tiene el castellano como lengua de gran calado. En este sentido, las universidades catalanas, sin renunciar a la lengua propia, han de saber combinar la defensa de una cultura con la necesidad de una universalidad que no es una moda pasajera, sino una política de alcance para tomar posiciones de privilegio como referencia académica global.