DRAMA

'Mr. Turner', reflexión sobre la luz

QUIM CASAS

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Es la segunda vez que Mike Leigh habla de una época que no es la suya distanciándose, en apariencia, de sus espléndidos melodramas contemporaneos: Grandes ambiciones, Secretos y mentiras, Naked, Todo o nada... En la primera, Topsy Turvy, realizada en 1999, viajó hasta el Londres del siglo XIX para evocar la historia de los compositores de operetas Gilbert y Sullivan. En esta segunda, también en clave de filme biográfico, revisa los trazos vitales y artísticos del gran pintor del XIX Joseph Mallord William Turner.

El resultado es igualmente excelente. Leigh esquiva los clichés del biopic tradicional sin dejar de explicar las pequeñas y grandes cosas en la vida del artista: la relación con su padre y con su ama de llaves, personaje capital en la historia, así como los fundamentos de su pintura, los encontronazos con otros artistas, sus viajes a un pueblo cercano al mar donde su visión del mundo y del arte se hace más panorámica y el rechazo de los poderes políticos y la opinión pública.

Mr. Turner intenta siempre, y lo consigue, que el uso del color, la luz y las texturas sea lo más acorde posible con la propia estética de Turner. No hay referencias a su famosa época veneciana, pero si una indagación plástica en su concepción del lienzo y la iluminación, lo que prevalece y lo que queda al fondo del encuadre en sus magníficas pinturas.