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Todd Haynes o las ventajas de ser un 'outsider'

El director californiano presenta en Locarno 'Wonderstruck', su último trabajo y su primera película infantil

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Nando Salvà / Locarno

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"La primera vez que estuve aquí traje mi primera película y ahora, un cuarto de siglo después, vuelvo para que me den un premio honorífico. ¿Cómo no voy a sentirme viejo?", bromea Todd Haynes acerca de su presencia en el Festival de Locarno, y aunque es evidente que algunas cosas han cambiado desde que compitió en el certamen suizo con 'Poison' (1991) (poco debía de imaginar entonces que hoy sería aclamado como uno de los grandes autores del cine estadounidense actual) otras han permanecido inalterables en la filmografía del californiano hasta 'Wonderstruck' (2017), que también presenta aquí estos días. "La mayoría de nosotros nos pasamos la vida intentando averiguar quiénes somos, y ese es el tema esencial de mi cine", opina. "Y como hombre homosexual me siento especialmente conectado con la lucha contra el aislamiento y la falta de libertad derivados de esa búsqueda".

“La mayoría de nosotros nos pasamos la vida intentando averiguar quiénes somos, y ese es el tema esencial de mi cine”

Todd Haynes

Para explorar esa sensación de desarraigo y alienación, película a película Haynes ha hablado de la depresión nerviosa -en el cortometraje 'Superstar: The Karen Carpenter Story' (1988)-, el sida -'Poison' (1992)- y un insólito caso de alergia al mundo moderno -'Safe' (1995)-, y en películas como 'Lejos del cielo' (2002) y 'Carol' (2014) ha meditado sobre la opresión que la clase social y los tabúes de época ejercen sobre el individuo. "Pero mi cine también está lleno de rebelión, y creo que esa energía se manifiesta sobre todo en mis películas musicales", matiza el director en referencia a 'Velvet Goldmine' (1998), su crónica de los años del glam-rock, y 'I’m Not There' (2007), su poliédrico 'biopic' sobre Bob Dylan. "Amotinarse contra lo que se nos trata de imponer socialmente está en la base de la inspiración artística".

Considerando que se trata de una película infantil, 'Wonderstruck' podría considerarse un desvío en la carrera de Haynes de no ser porque también en ella hay personajes 'outsiders', alusiones a épocas pasadas de la historia del cine y reflexiones sobre el potencial expresivo que la exclusión ofrece. "La he hecho para demostrar que los niños de hoy no son meros productos de la era digital, que son perfectamente capaces dejarse cautivar por otras épocas y por lenguajes narrativos como el del cine mudo", explica. "He querido darles una historia rica, compleja y valiosa". En todo caso, pocos debían de imaginar que Haynes rodaría jamás una película para niños cuando a principios de los 90 escandalizaba a los sectores más conservadores de su país con las explícitas escenas homosexuales de 'Poison'. "Un diario de derechas me definió como 'El Fellini de las felaciones', y la esposa de un senador afirmó haber sentido la necesidad de querer sumergirse en cloro después de verla", recuerda al respecto.

“Quiero demostrar que los niños de hoy no son meros productos de la era digital, que son perfectamente capaces dejarse cautivar por otras épocas y por el del cine mudo”

Tood Haynes

Sigue, eso sí, considerándose un cineasta independiente. “Más allá de cuestiones financieras, la independencia tiene que ver con la voluntad o la capacidad para cuestionar convenciones y expandir los límites del medio, y eso es lo que yo quiero creer que sigo haciendo". Pese a ello, el éxito y todo lo que conlleva (las alfombras rojas, las largas promociones, los premios) le provocan, confiesa, "una sensación de extrañeza, no siempre agradable", con la que nutre su compromiso por permanecer alerta para no caer en el conformismo que a su juicio parece imponerse en el cine y la sociedad en general.

"Lo curioso es cuánto de ese conformismo ha venido desde dentro de la comunidad gay", asegura. "Hubo un tiempo en el que el gobierno dejaba que la gente muriera a causa del sida, y en esos años saber que nuestra existencia suponía una amenaza para las clases bienpensantes era nuestra mejor arma para exponer la hipocresía del status quo". Hoy, lamenta, la comunidad LGTB ha perdido cierta convicción a la hora de cuestionar la cultura corporativa. "El mercado ha ganado. Los gays y lesbianas hemos sido integrados en el 'mainstream' porque somos sujetos consumidores. La sociedad capitalista nos necesita".