El festival de músicas avanzadas

El Sónar crece gracias a su difusión mundial

La proliferación de subsedes internacionales realza la marca y alimenta la versión original barcelonesa

Los tres directores del Sónar: Sergi Caballero, Enric Palau y Ricard Robles, en el CCCB.

Los tres directores del Sónar: Sergi Caballero, Enric Palau y Ricard Robles, en el CCCB.

JORDI Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Sónar cerró la madrugada del domingo su 19ª edición con una cifra récord de 98.000 asistentes, y se impone la pregunta: ¿cómo se las ha arreglado el Festival de Música Avanzada y New Media Art para dar esquinazo a esta crisis que nos tiene a todos perplejos y/o angustiados? El festival ha logrado capitalizar el apetito por eventos tangibles, disfrutables de forma colectiva, y ha sabido captar un público internacional procedente de países con menos problemas que el nuestro.

Los directores del Sónar, Sergi Caballero, Enric Palau y Ricard Robles, no disimulan su sorpresa ante el súbito crecimiento de la venta de entradas registrado en las últimas semanas. «En ningún momento nos habíamos imaginado esa cifra», confiesa sin rodeos Robles a este diario. Hasta ahora, el récord lo fijaba la edición del 2002, con 91.000 personas. «Fue el año de Björk, que estaba en su máximo esplendor. Es uno de esos artistas más transversales que atraen a un público que no es el habitual del festival», recuerda.

Luego, el Sónar se ha movido generalmente entre las 70.000 y las 80.000 personas, tal y como ha detallado cada año esta muestra poco obsesionada con los récords. «Hemos subido y bajado muchas veces, y nunca hemos vinculado el prestigio a la necesidad de aumentar cada año el número de asistentes. Este negocio no te lo puedes plantear así. Tiene un punto intangible que fluctúa en función de los artistas disponibles cada año», explica Robles.

PÚBLICO SIN CRISIS / Pero, ¿por qué esta escalada en el peor año de nuestra economía? El sábado, en la rueda de prensa de balance, Sergi Caballero, apuntaba que «más allá de los titulares de los diarios, la gente tiene ganas de divertirse, y Sónar te ofrece grandes nombres y la posibilidad de descubrir artistas interesantes». Palau incidía en la vocación de «festival de descubrimientos» y señalaba que el Sónar ha logrado «afianzar el público que está dispuesto a viajar». Este año, el público internacional ha supuesto el 60% (ocho puntos por encima del año pasado), y aquí está una de las claves de la cuestión. «Gente que viene de países que no viven la situación que tenemos aquí, y que no tiene miedo a gastar».

Público captado en parte mediante la hábil, obstinada, labor internacional del festival a través de subsedes ynoches Sónaren medio planeta, como las recientes de Tokio, Ciudad del Cabo y Sao Paulo. Esa campaña permanente ha difundido la marca, la ha convertido en global y ha estimulado la curiosidad del público por la versión original y genuina del Sónar, la de Barcelona. Así, los eventos internacionales no solo tienen un valor por sí mismos, sino que sirven para realzar la sede central e inyectarle público. «La gente quiere un Sónar que se inspire en el referente de Barcelona, y así el valor del festival madre se va incrementando. Cada Sónar local acaba revirtiendo en el festival de Barcelona», apunta Robles, que expresa una notable prudencia al evaluar ciudades candidatas a acoger la muestra. «Es importante que haya una sintonía con el socio local», subraya. También, claro, «que no haya allí un acontecimiento que lidere la comunidad electrónica o experimental».

ARTISTAS RARAS / ¿Dijo electrónica? Bueno, en el Sónar ya no abundan los ganchos populares de la escuela de Kraftwerk o The Chemical Brothers. El escenario, más allá del festival, ha cambiado. Ahora incluso pasan por la Fira Gran Via divas del pop arropadas por un piano, una guitarra y una sección de cuerda. «Pero Lana del Rey, aunque apunte hacia elmainstream, tiene unas formas raras, y a nosotros los personajes raros siempre nos han atraído. Su disco pide atención, está bien pensado, y ha trabajado con gente muyunderground, como Clams Casino y Joy Orbison. Muchos artistas matarían por tener alguna de sus canciones», defiende Robles, que recuerda cuando en 1994, la dirección del Sónar acuñó su enunciado oficial. «Ya no quisimos llamarlo festival de música electrónica porque tuvimos la sensación de que nos cerraba puertas. Y con los años hemos traído gente como Yo La Tengo o Sigur Rós». También a New Order, eterna asignatura pendiente. ¿Les queda alguna? Sí, Talking Heads. «Pero esto está más complicado», lamenta Robles. Aunque en el pop no hay nada imposible.