Peluche provocador

Seth MacFarlane regresa en 'Ted 2' con su oso políticamente incorrecto

NANDO SALVÀ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando Seth MacFarlane tuvo la idea en la que acabaría basándose su primer largometraje, nadie en Hollywood le quería coger el teléfono. Los estudios simplemente no confiaban en que contar la historia de un oso de peluche que un buen día se convierte en un ser vivo inclinado a la grosería, la procacidad y el vicio tuviera posibilidades comerciales. Por entonces no imaginaban cuánto llegarían a arrepentirse de ello.

Cuando Ted se estrenó en el 2012 -al final fue Universal quien compró la idea-, recaudó 550 millones de dólares en todo el mundo. Estaba cantado que, más pronto que tarde, MacFarlane -que no solo la había escrito y dirigido sino que también había puesto voz al peludo héroe- se pondría a trabajar en la continuación que hoy llega a España.

Ya sea por convicción o porque la promoción obliga, MacFarlane considera Ted 2 mejor película que su predecesora. «Cuenta una historia más desarrollada. Si dispones de un personaje como Ted, que existe en el mundo real pero al mismo tiempo es tan inusual, ¿por qué no sacar provecho de esa falsa realidad y explorarla? Eso es lo que he intentado en esta ocasión». Fue mientras rodaba su segunda película, el fallido wéstern cómico Mil maneras de morder el polvo (2014), cuando MacFarlane conoció la historia de un esclavo que poco antes de la guerra de secesión había tratado sin éxito de ser reconocido por los tribunales como una persona. «Pensé, ¿y si trasladamos esa historia al mundo contemporáneo? Después de todo, Ted no es humano y no tiene estatus de persona».

Precisamente la premisa argumental de Ted 2 son los obstáculos legales que el oso y su esposa encuentran cuando deciden adoptar un hijo: un peluche es un mero objeto y por tanto no puede ser padre. Como consecuencia, Ted se embarcará en una batalla judicial para reclamar sus derechos. «Tanto si hablamos de matrimonio gay o de cualquier otro caso de violaciones de derechos que suceda en la actualidad, todas suelen basarse en mentalidades basadas en un conflicto entre nosotros y ellos». De eso, sostiene el director, habla la nueva película.

Éxito televisivo

MacFarlane tenía solo 24 años cuando se convirtió en el magnate más joven de la historia de la tele americana gracias a la teleserie de animación Padre de familia, que a punto está de estrenar su 14ª temporada. A través de ella -y de las dos que creó posteriormente, Padre Made in USA y el spin off El show de Cleveland-, perfeccionó el tipo de humor que ha convertido en seña de identidad, basado en la incorrección política y las referencias pop.

«No existen fórmulas para saber qué chistes funcionarán y cuáles no, así que debes fiarte del instinto», explica. A juzgar por la tibia respuesta obtenida por Ted 2 desde su estreno en Estados Unidos hace un mes, esta vez ese instinto no ha andado tan certero. Los ataques recibidos por la película son en buena medida los mismos que MacFarlane ha recibido desde 1999, y tienen que ver con su evidente voluntad de provocar y escandalizar. En una escena, Ted y su amigo del alma John (Mark Wahlberg) asisten a un espectáculo de monólogos con el único propósito de sugerir a gritos ideas inapropiadas para los cómicos, entre las que se incluyen el 11-S y el tiroteo de Charlie Hebdo.

Críticas

Pero MacFarlane considera que «la comedia no es siempre bonita», que la corrección política es enemiga del humor. Y que las críticas le llueven más por parte de la prensa que del público. «A menudo, los periodistas incitan a la gente a que se ofenda por cosas que de otro modo considerarían simples chistes. Personalmente, no creo que jamás me haya sentido agredido por nada que haya visto en una comedia. La polución y la crueldad contra los animales son ofensivas. Los chistes no».

TEMAS