PATOLOGÍAS MUSICALES

Lumbago, afonía, sordera...

Las jornadas de salud celebradas en el Taller de Músics alertaron sobre el sinfín de riesgos laborales de cantantes e instrumentistas

El taller de voz de la doctora Montserrat Bonet, con Andrea Motis de espaldas.

El taller de voz de la doctora Montserrat Bonet, con Andrea Motis de espaldas. / periodico

NANDO CRUZ / BARCELONA

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Un cantante nunca piensa que un día tendrá que informarse sobre la disfonía psicógena o el reflujo gastroesofágico, pero como afirma la foniatra Montserrat Bonet, "el cantante es el deportista de la voz" y su garganta está expuesta a un sinfín de peligros. Unas 40 personas se inscribieron en la cuarta Jornada de la Salut dels Músics que se celebró la semana pasada en las instalaciones del Taller de Músics en Can Fabra. Y salieron de allí con un sinfín de información y consejos para variar hábitos posturales, técnicas interpretativas y rutinas en los ensayos.

Da gusto escuchar a alguien tan apasionada por su trabajo como la doctora Bonet. Explicó que las cuerdas vocales no son cuerdas sino pliegues. Y lo demostró con desagradables filmaciones en las que se pudo ver la diferencia entre el nódulo de un cantante de rock y las varices de una cantante de lied y el hematoma de una cantante de coro. El trabajo de Bonet es grabar y filmar a sus pacientes para diagnosticar su patología. Y contado por ella, resulta fascinante ver vibrar las cuerdas vocales de un barítono afónico; perdón, los pliegues.

EL MITO DE LA MIEL Y EL LIMÓN

La trompetista y cantante Andrea Motis descubrió allí mismo que la infusión con miel y limón tiene un prestigio infundado. ¡El limón irrita la voz! ¡La miel da sed! Mejor, infusión con tomillo. En cambio, el agua fría no es mala: ¡la Caballé bebía un vaso con hielo entre arias! La comida salada no interesa antes de cantar; hay que rediseñar el cátering de las salas de rock. Y el café irrita las mucosas. Pero lo peor es el carajillo. Bueno, lo peor de lo peor es el aire acondicionado. Varios alumnos se amotinaron al escuchar eso: "¡Como el que hay aquí hoy!".

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Durante el taller aprendimos por qué padecen más dolencias los rockeros que los tenores: además de actuar en locales con humo y carecer de formación técnica, hay otro factor: cantar con micrófono limita la posición del cuerpo y la mejor forma de cantar con fluidez y naturalidad pasa por encontrar la postura  más cómoda. Por cierto, para hidratar la garganta, nada mejor que la ducha.

EL APRENDIZAJE DIFERENCIAL

Sílvia Fàbregas, jefa de fisioterapia del Institut de Fisiologia i Medicina de l’Art, defendió en el segundo taller el aprendizaje diferencial de Wolfgang Schöllhorn, médico alemán que ha trabajado para el Bayern de Múnich. Contra la idea de que repetir eternamente el mismo ejercicio lleva a perfeccionarlo, esta técnica propone introducir cambios que interfieran en la ejecución y forzar al sistema a adaptarse a ellos. Un ejemplo para deportistas: correr cien metros lisos a toda velocidad, pero con los brazos extendidos. Un ejemplo para músicos: tocar la flauta travesera moviendo los codos sin parar.

No es broma. Esta alteración de la rutina provoca un 'reset' tras el cual, cuando volvemos a tocar, la musculación se acomoda con más naturalidad. Un pianista, un guitarrista y un saxofonista se prestaron a tocar como si estuviesen poseídos por una brigada de hormigas carnívoras. Solo lo hicieron tres minutos, pero si adquieren ese antihábito tocarán con más soltura y corregirán posturas dañinas. Quien no acabe de creérselo, puede bajarse la aplicación gratuita de móvil Musician’s First Aid, diseñada para corregir problemas musculares.

WAGNER ACABARÁ CONTIGO

La tercera conferencia fue la más inquietante. Tres miembros del Observatori de Prevenció Auditiva per Als Músics (Opam) insistieron en que las lesiones de oído son irreversibles y que más incluso que el volumen al que estés expuesto, lo grave es la cantidad de tiempo que lo estés. Por tanto, puede ser tan dañino un zumbido puntual de 140 decibelios que estar sometido a 87 más de cuatro horas. Y los músicos están sometidos a esos volúmenes muchas horas al día.

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En el Opam han hecho mediciones en varias orquestas y están activando campañas de concienciación para que los músicos se protejan el oído al menos en clases y ensayos. Los programadores de auditorios y directores de orquesta deberían plantearse espaciar más a los músicos y elevar las tarimas para que ninguno reciba el sonido de la sección vecina de forma tan agresiva. Ante tal panorama, una trabajadora del Liceu comprendió que los músicos que pasan seis horas en el foso interpretando a Wagner se enfrentan a un suicidio auditivo.

Ningún músico quiere reconocer que sufre de afonía, sordera o lumbago. Son patologías que se sufren en secreto. Restan glamur artístico. Sin embargo, los asistentes a las jornadas salieron convencidos de que toda prevención es poca para un oficio del que casi nadie saldrá ileso tras décadas de dedicación.