Entrevista

Salman Rushdie: "Si tienes miedo no debes escribir libros"

FILE PHOTO: Author Salman Rushdie gestures during a news conference before the presentation of his latest book 'Two Years Eight Months and Twenty-Eight Nights' at the Niemeyer Center in Aviles, northern Spain, October 7, 2015. REUTERS/Eloy Alonso /File Photo

FILE PHOTO: Author Salman Rushdie gestures during a news conference before the presentation of his latest book 'Two Years Eight Months and Twenty-Eight Nights' at the Niemeyer Center in Aviles, northern Spain, October 7, 2015. REUTERS/Eloy Alonso /File Photo / REUTERS/Eloy Alonso

Elena Hevia

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Esta información se publicó el día 06 OCT 2015. El contenido hace referencia a esa fecha.

Hemingway habló de «elegancia bajo presión» como un estilo de vida, pero nadie mejor que el británico  Salman Rushdie (Bombay, 1947) para defender la divisa. No solo porque es el más famoso y carismático escritor que el islamismo puso en el centro de su diana sino porque ni un solo día, en las horas que dedica a la escritura, ha dejado que ese peso lo amedrentara. En su novela Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral / Proa) el autor vuelve a  adoptar el papel de Sherezade masculino  -igual que ella también Rushdie asocia la narración con la supervivencia- para un desaforado y divertido libro que a modo de cajas chinas es  capaz de unir al pensador andalusí Averroes con los yinns -esos genios lúbricos que aparecen en Las mil y una noches-, los superhéroes de los cómics o Harry Potter en un grotesco Nueva York de pesadilla.

¿Qué ha ocurrido en su vida para que decidiera abordar un libro tan excesivo y celebratorio de la vida?

Después de describir en mis memorias, Joseph Anton, los detalles de mi persecución, sentí que me había liberado de un lastre que cargué durante 20 años.  Recordé los cuentos que mi padre me leía antes de dormir, Las mil y una noches, una edición maravillosa que ahora tengo conmigo. Lo que hice fue ponerlos en colisión con el Manhattan de hoy en día. Hoy Nueva York está poblado por escritores de todo el mundo que traen sus historias de Vietnam, China o la República Dominicana y las convierten en americanas. Y yo, que vivo en esa ciudad desde hace 16 años, pensé que podía hacer lo mismo.

El libro trasmite la idea de que en el fondo, todas las historias son la misma. Ya sea los mitos musulmanes, la Biblia o las historias de superhéroes. Todas nacen de un mismo magma.

Somos la misma especie, así que se nos ocurren las mismas cosas. Les damos distintos nombres pero en esencia todas las historias hablan de lo mismo. La función de esas historias es concentrar la verdad en paquetes muy pequeños. No sé por qué pero las historias de los yinn, esos dioses paganos amorales, parecen encajar a la perfección con el mundo actual.

¿Y así Superman o Batman serían la respuesta actual a aquellos seres mitológicos?

Bueno, en el mundo de los superhéroes todo es menos ambiguo. Hay muy pocos que lo sean porque fueron inventados como una respuesta popular al auge del nazismo. Yo también crecí leyendo esas historias y conozco la diferencia entre la kriptonita verde y la roja.

Otro de los personajes del libro es Ibn Rush,  a quien Occidente conoce como Averroes, el filósofo que defendía la razón frente a la irracionalidad religiosa. ¿Se identifica?

Mi padre decidió adoptar su apellido, Rush, como homenaje.  Y cuanto más leo y estudio a Averroes más identificado me siento con él. No solo por sus ideas sino por las similitudes en nuestras vidas. Mi padre murió mucho antes de que la problemática de mi trabajo estallara, pero el legado que me dejó en ese apellido es muy importante. Solo  me di cuenta de eso cuando ya era demasiado tarde para contárselo.

¿Podría decirse que ese apellido es su particular traje de Superman? 

Sí (ríe). Es como si mi padre me hubiera enviado un mensaje desde la tumba. Averroes fue muy poco reconocido por la tradición musulmana y muy influyente en la cristiana. En el fondo yo me siento así también. Es un poco extraño ser tan rechazado y demonizado por la tradición oriental, que es en parte responsable de que yo sea quien soy, y a la vez tan aceptado y reconocido fuera de ella.

En el libro, Averroes asegura que en el futuro la religión hará que el hombre se aparte de Dios. ¿Lo suscribe?

Eso lo inventé yo. No soy una persona religiosa. Nunca lo he sido. De niño, el límite de la religión en mi familia era no comer cerdo. Luego en mi vida personal, he visto, desgraciadamente, el poder de la religión para hacer daño. Mis libros, me temo, no tienden a tratarla especialmente bien.

¿Me equivoco si digo que es su obra con mayor carga sexual?

Hay muchísimo más sexo en esta novela que en la totalidad de mis libros. Pero está ahí por un propósito cómico que no siempre se ha entendido. Un grupo de críticas, mujeres, se burló de mí porque describí a Averroes, un hombre sexagenario como yo, en una tórrida escena de cama con la yinn protagonista, una mujer muy bella y aparentemente joven, aunque en realidad es más vieja que los dinosaurios. Así que el Averroes / Rushdie del que ellas se reían era en realidad el toy boy de la mujer. (Ríe muy complacido).

Hay una oposición muy curiosa en la novela que relaciona fanatismo con represión sexual. Es inevitable pensar en los jóvenes, orientales y occidentales, que hoy abrazan la yihad.

Esa idea se utiliza en el libro de forma humorística pero sí, hay lugares en el mundo donde los jóvenes tienen pocas oportunidades de acceder a vidas normales en las que poder enamorarse, casarse y tener hijos. A ellos la yihad les ofrece un tipo de glamour vinculado a la revolución. Obviamente, esta regla no se cumple siempre, sería demasiado fácil.  Lo que escapa a mi entendimiento  es lo que impulsa a ellas, a las mujeres, porque la vida que llevan allí es absolutamente horrible.

¿A la hora de escribir jamás ha tenido miedo? Leyendo sus  libros no se detecta.

Si tienes miedo no debes escribir libros. Yo escribo libros. Escribir libros con miedo en su interior es mucho peor que no escribirlos. No puedes culpar a un mal escritor de serlo porque esa es la medida de su talento, pero el autor que se autocensura es absolutamente responsable de ello. La literatura está llena de autores que se han enfrentado a una opresión terrible. Ahí está Mandelstam y su poema contra Stalin  que le valió ser enviado a los campos de trabajo. O Lorca, que se pronunció  contra la falange y fue asesinado por ello. Yo lo único que intento es seguir esas huellas. Hacer mi trabajo, sin  que me influya ese miedo desmesurado que hay a mi alrededor.

¿Hubiera podido escribir este libro tan abigarrado y caótico en otro lugar que no fuera Nueva York?

Yo quería escribir sobre Nueva York porque es la ciudad que  me ha acogido y con la que me siento más profundamente conectado. Es uno de mayores cruces globales que existen. La historia de cada uno de nosotros puede acabar de una manera u otra en un taxi en Nueva York. Allí un taxista de Azerbaiyán te contará su historia.  Otro, de un país del que nunca has oído hablar, te revelará que su padre era el ministro de exteriores... En un restaurante puedes encontrarte a alguien que cocinó para el Sha de Persia. Sí, supongo que hubiera sido posible haberla ambientado en Bombay  o en Londres, pero hay cosas concretas de Nueva York sobre las que quería escribir. Y en cierto sentido la novela es una especie de carta de amor a la ciudad.

Hay muchos escritores que necesitan el silencio, el aislamiento para abordar su trabajo. Usted no.

Me gusta mucho vivir allí. Me gusta el olor y la suciedad de Nueva York. Me siento en casa. Lo que nadie dice de ella es que es una ciudad en la que todo el mundo trabaja mucho. Aunque luego salgan por las noches y se diviertan.

Entonces se ha convertido usted en un perfecto neoyorquino porque, además de trabajar mucho, dicen que participa en buena parte de sus saraos nocturnos.

No me escondo. Salgo, es verdad. Pero mucho menos de lo que dice la prensa. Hay mucha fantasía sobre ese tema.

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