El pórtico de Ripoll resurge tras su restauración

Las esculturas muestran ahora los restos de policromía medieval y ganan relieve tras la eliminación de resinas, suciedad y morteros

ERNEST ALÓS / RIPOLL

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Después de cuatro meses de trabajos de restauración, los andamios han desaparecido hoy del pórtico del monasterio de Ripoll, una de las obras cumbre del románico catalán. Y los visitantes descubrirán una imagen notablemente diferente del conjunto escultórico a la que habían podido contemplar hasta ahora. La limpieza de suciedad, capas de resina ennegrecida, pintura negra y pegotes de mortero y yeso ha recuperado parte del relieve perdido, ha restituido la tonalidad natural de la piedra y permite contemplar los escasos restos de policromía medieval que aún subsisten en las figuras centrales, especialmente en el pantocrátor. Mejillas sonrosadas, ojos y barba perfilados en negro, una solución muy similar a la de la pintura románica, y una sorprendente barba dorada, gracias a dos sucesivas capas de peltre y pan de oro, probablemente románica y gótica.

Aprovechando la última oportunidad de subir a los andamios y contemplar las esculturas a un palmo de distancia, sorprende el colorido del Cristo majestad y detalles que antes pasaban desapercibidos (pliegues de vestidos, esos chorros de sangre que salpican del cuerpo decapitado de San Pablo...), rellenados de roña como estaban antes los relieves. Visto en conjunto, a ras de suelo, como se podrá contemplar a partir de hoy, el conjunto tiene una calidez que constrasta con la grisura que viene a la memoria. Reaparecen las zonas donde la piedra enrojeció por los efectos del fuego. Y aparecen sombras y relieves donde antes quizá costaba verlos. Un discreto testigo, un pequeño rectángulo color gris mugre húmeda, permite comparar el antes y el después, por si la memoria falla. 

"HA GANADO RELIEVE Y FUERZA"

"El conjunto ha ganado relieve, fuerza y espíritu, se puede apreciar la textura de la piedra en lugar de una capa de resina oscurecida. A nivel de imagen ha mejorado muchísimo", concluye, satisfecha, la directora del Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya, Àngels Solé. Toda la intervención, con un presupuesto de 125.000 euros a cargo de la Conselleria de Cultura, ha tenido, enumera Solé, tres objetivos. "Primero, desde el punto de vista de la conservación, la limpieza, la consolidación de la piedra y la eliminación de materiales añadidos; segundo, recuperar la legibilidad, relieves que ahora son muy obvios antes no lo eran, porque estaban llenos de suciedad que les restaba definición. Y tercero, recuperar la policromía". Aunque en este caso, explica Rudi Ranesi, responsable de Arcovaleno Restauro, la empresa que ha ejecutado las labores de restauración, "ha aparecido menos de la que se esperaba; está concentrada en las figuras centrales, y es incluso extraño que no haya aparecido en zonas más protegidas como las arquivoltas, como si en algún momento se hubiesen retirado".

La restauración solo se inició el pasado mes de septiembre tras seis años de estudios y un simposio sobre el monumento, que han servido para investigar los materiales constitutivos (varias vetas distintas de piedra arenisca, algunas de las cuales sufrieron de forma muy acusada la erosión por las filtraciones de humedad mientras otras han resistido correctamente) y todas las alteraciones que ha experimentado (fisuras, efectos del terremoto de 1428 y del incendio de 1835, materiales añadidos posteriormente).

RECONSTRUCCIÓN EN COLOR

Los estudios han avanzado en paralelo a la restauración y aún deberán proseguir. Las muestras de pigmentos localizadas y un futuro mapeo en 3D con un dron permitirán proyectar en una pantalla un modelo del pórtico con los colores que debería de haber lucido en origen. Un misterio aún por resolver es la capa oscura que cubría la parte central de la portada, justo los lugares que podrían haber quedado más afectados por las llamas que surgirían por la puerta del templo durante el incendio posterior al saqueo de 1835, tras la desamortización del monasterio. Antes se pensaba que se trataba de hollín. Durante los estudios previos, explica Rudi Ranesi, se aclaró que se trataba de una capa de pintura negra. Se creía que podía ser una intervención del siglo XVIII, pero ahora parece que se podría tratar de una actuación posterior al incendio, que no habría sufrido los efectos de las llamas: ya que no se podía limpiar lo quemado, una mano de pintura (carbon y un aglutinante orgánico, quizá caseína) pudo utilizarse para homogeneizar la apariencia del conjunto. Esta es la hipótesis, de momento, del experto italiano Lorenzo Lazzarini, y que Solé considera "verosímil", pero aún no documentada. Ante las dudas, no se ha retirado toda la capa pictórica negra, y solo se ha actuado de forma decidida en los lugares donde ocultaba la policromía (que no está claro si es románica o un repintado gótico posterior al terremoto del siglo XV, ya que la detección de aceite en su composición podría indicar más bien lo segundo).

La limpieza se ha acometido con láser (una intervención de estas dimensiones con esta técnica era inédita en Catalunya), química (con acetona) y solo en una pequeña parte mecánica (por microproyección). Gran parte del efecto se ha conseguido gracias a la retirada parcial de las capas de resina que se utilizaron en los años 60 para detener la degradación de la piedra. "Ahora el conjunto está estabilizado. Ya no hay humedades por capilaridad, el recinto está aislado y climatizado, todo el material que hemos añadido es ahora compatible con la piedra. Y de la resina se han retirado las capas de la superficie, alteradas y sucias, pero no la última capa, que ha penetrado en la piedra y ha ayudado a su consolidación, aunque quizá no estaba tan degradada como se pensaba en los años 60", explica Ranesi.