El regreso de una cita musical legendaria

El relevo de Canet Rock

De izquierda a derecha, Alguer Miquel y Marcel Làzara (Txarango), y Carles Vidal y Joan Fortuny (Elèctrica Dharma), con una foto de Canet 78 de Carlos Bosch.

De izquierda a derecha, Alguer Miquel y Marcel Làzara (Txarango), y Carles Vidal y Joan Fortuny (Elèctrica Dharma), con una foto de Canet 78 de Carlos Bosch.

NÚRIA MARTORELL
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

              

No se conocían en persona. Aunque musicalmente ya se admiraban. Esta conversación en EL PERIÓDICO les lleva a comprobar sus muchas afinidades. Son tantas, que se  despiden intercambiándose  los contactos para juntarse, la próxima vez, en un local de ensayo. Los abuelos de Canet Rock, la Companyia Elèctrica Dharma, y los benjamines del festival, Txarango, son el ayer y el hoy de este emblemático encuentro que se celebrará el sábado.

Joan Fortuny (voz y saxo de la Dharma)

 

-¿Cuántos años tenéis? Porque yo ya soy abuelo...

Alguer Miquel (cantante y líder de Txarango)

 

-Entre 22 y 29 años.

-J.F. -¡Si aún no habíais nacido cuando fue el primer Canet Rock!

Carles Vidal (bajista de la Dharma)

 

-Los abuelos y los nietos compartiendo escenario. Es algo que tendría que pasar más a menudo. Nos enriqueceríamos mucho.

A.M. -Os hemos escuchado tanto que mola que ahora nos crucemos.

J. F. -Es un ejercicio de memoria histórica importante. Este nuevo Canet propiciará un interesante puente.

A. M. -Tocar en este festival nos produce una sensación extraña. El primer Canet Rock surgió en un momento muy concreto. Fue importante más allá de la música; una explosión social. Pero veo paralelismos con la situación actual. Nosotros hemos hecho una canción sobre el 15-M. Y compartimos esta idea de que la música no es solo música. Tiene una dimensión social.

J. F. -Claro. La música va ligada con una contracultura que ahora se traduce en los movimientos okupas, en toda esta movida que está en la calle y puede vincularse con lo que defendíamos entonces: demostrar que estábamos en contra de todo.

C.V. -Pero no se debe interpretar como una reproducción de lo que fue Canet Rock. Sería imposible. Eso sí: supone una buena excusa para rememorar lo que supuso.

J. F. -Los artistas que tocamos en esas ediciones pioneras éramos lo de menos. Lo de más eran esas 35.000 personas que asistieron y nos hicieron ver que no estábamos solos. Buscábamos alternativas al capitalismo salvaje. Al consumismo sin sentido. Se llamó Canet Rock cuando poco rock había. Era más una cuestión de actitud. Además, el mismo rock ha cambiado mucho. Ha entrado en una dinámica de consumismo que poco tiene que su esencia: una manera distinta de vivirlo todo.

A. M. -Precisamente Txarango siempre ha intentado vivirlo de esta manera. De mirar por la sociedad.

J. F. -Nosotros vivíamos en comuna, nos aliamos con Comediants, aunábamos disciplinas.

A. M. - ¡Nosotros también vivimos en comuna cuando nos juntamos! Por un motivo de pura supervivencia [risas]. Bastaba con una única nevera.

C. V. -¡Eso es contracultura! Gastando menos puedes cambiar la sociedad. Nos crean necesidades ficticias; absurdas.

J. F. -En realidad, no sé si sabéis que Canet Rock se hizo seis años después del festival de Woodstock. Fue importante: supimos que no estábamos solos.

A. M.-Debía de ser muy esperanzador.

C. V. -Sabíamos que estábamos viviendo un cambio importante. Y también internamente. Fue cuando empezamos a trabajar con Comediants, a imbuirnos de la música de la calle, de la sardana.

A. M.-Nosotros hemos hecho lo mismo, pero con el mundo del circo. Empezamos trabajando con la casa okupa y escuela de circo La Makabra. Y con Pallassos sense Fronteres. Hemos cogido el circo como bandera, intentando mezclar disciplinas. ¡El motor es el mismo!

J. F. - Canet Rock fue como sacarle el tapón a la situación del momento. De hecho, meses antes ya se hizo también un festival similar en Burgos, en el que compartimos cartel con Burning, por ejemplo. Recuerdo los titulares de la prensa: «La cochambre nos visita». Pero nos propició poder girar por España.

Marcel Làzara (voz y guitarra de Txarango)

 

-Ahora, el festival se celebra en un momento de orgullo de país. En un año muy bestia en este sentido. En cierto sentido, se ha querido aglutinar el ambiente de aquí.

C. V. -A finales de los 70 era gracioso porque cada festival que surgía consistía en ver cuál duraba más horas. Víctor Jou, uno de los artífices junto a Josep Maria Mainat y Rafael Moll de ese primer Canet del 75, diría que un Canet Rock hoy en día no puede ser auténtico. Nació con vocación de mostrar también la música que se hacía en toda España, de ahí que actuaran por ejemplo Lole y Manuel.

J. F. -No se puede extrapolar. Entonces la ecología, el feminismo... todo estaba empezando. Descubrimos que había otra manera de mirar tantas cosas...

A. M. -Las ideas tenían que encontrar su lugar. Y fue este.

C. V. -La música es un medio de expresión de las ideas.

J. F. - Nunca he entendido a los grupos que dicen que no quieren meterse en política, o en temas sociales.

A. M. -Los músicos somos política. Hacemos política.

C. V. -Como mínimo, cultura.

A. M. -Y creo que es muy importante todo. Porque tú decides dónde tocas. Por qué tocas.

J. F. -Ya lo decía mi hermano Josep Fortuny: en el fondo la música es una alegría colectiva. A él y a Esteve Fortuny, a ellos que murieron y estuvieron en esos primeros Canet Rock, queremos rendirles homenaje.

A. M. -Y será muy bonito. Para nosotros, todo es muy extraño. Somos hijos de este primer mundo y aunque no quieras formas parte de él. Aunque ahora el enemigo es tan difuso... Tan complejo. La música y el compromiso son nuestras prioridades. Hacemos las cosas que nos da la gana. Y decimos lo que nos da la gana. Sin preocuparnos si molestamos o no.

J. F. -¡Es que el trabajo del músico es precisamente molestar!. Dejadme daros un consejo. Bueno, va, varios: Disfrutad todo lo que podáis. Y no perdáis la honestidad musical. Ni la de pensamiento. Porque con los años, se os volvería en vuestra contra.