Esta tierra es mía

El director de cine no ha tenido reparos en estirar la saga para maximizar beneficios

Martin Freeman y Peter Jackson.

Martin Freeman y Peter Jackson.

NANDO SALVÀ

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Ha sido un camino largo -pero mucho-- a través de montañas, ríos y valles y ahora, finalmente, Peter Jackson llega al final de un épico viaje, tan irregular como la topografía de la Tierra Media. Especialmente en la trilogía que acaba de llegar a su fin, el neozelandés ha mostrado una obsesiva preocupación por los detalles del libro de J.R.R. Tolkien y a la vez una falta completa de reparos a la hora de estirarla para maximizar beneficios, y mostrar así el mismo tipo de avaricia que el autor condenaba en sus páginas.

Como resultado, ha convertido 350 páginas escasas en 8 horas de metraje -La batalla de los cinco ejércitos es un mero tercer acto hecho película-, rellenando huecos usando notas apócrifas del propio Tolkien que o bien forman parte de los apéndices de El Señor de los anillos o bien fueron recopiladas en numerosos volúmenes publicados por el hijo del autor, Christopher Tolkien.

No es extraño que los estudiosos hayan puesto el grito en el cielo contra la jacksonización de la obra de Tolkien: según ellos, con sus seis películas el director ejerce cierta forma de revisionismo que pretende crear una mitología alternativa de la Tierra Media. Uno de sus argumentos: en El Hobbit, libro infantil antibélico, Bilbo Bolsón se pasa noqueado toda la batalla y esta se resuelve en cinco páginas. La película que hoy se estrena se regodea en ella durante nada más y nada menos que 50 minutos.

INMENSAMENTE RICO / Sea como sea, tras haber pasado 888 minutos en la Comarca -1031 si contamos metrajes adicionales-, Peter Jackson sale de ella en buen estado de forma: ha revolucionado la tecnología fílmica, y en el proceso se ha hecho inmensamente rico. Tanto es así que nadie podría culparle si decidiera quedarse allí un tiempo más para adaptar El Silmarillion, prehistoria de la Tierra Media publicada tras la muerte de Tolkien. Pero eso no va a pasar. Los herederos del escritor se quejan de haber sido estafados en el reparto de los beneficios generados por las dos sagas, y además aseguran que las películas son una basura. No van a poner de ninguna manera los derechos de El Silmarillion en manos de Peter Jackson, que, esta vez sí, tendrá que pasar página.