LOS PROTAGONISTAS
DiCaprio, el plan funcionó esta vez
El actor podrá al fin pasar página después de haber convertido la persecución del Oscar en casi una obsesión
Tan solo una amenaza de bomba o un acto de Dios podrían haber evitado que Leonardo DiCaprio se llevara anoche el Oscar gracias a la quinta nominación de su carrera. Pero que fuera algo cantado no significa que fuera justo. DiCaprio, que conste, es un actor magnífico, dedicado a hacer cine serio para algunos de los mejores directores de la industria. Y de hecho, debería haber recogido la estatuilla hace dos años gracias a su magnético retrato de un sociópata en 'El lobo de Wall Street', o, por qué no, por su trabajo en 'Infiltrados' (2006), que ni siquiera le proporcionó una candidatura.
Pero la que ofrece en 'El renacido' es la menos interesante de, como mínimo, sus cuatro últimas interpretaciones. A lo largo de la película, DiCaprio no tiene ocasión de hacer más que gruñir y gemir y rebozarse en mugre y sangre y, en general, sufrir como un perro. No tiene tiempo de explorar su personaje, tan solo reacciona frente a los elementos. La película es esencialmente un documental sobre un actor que quiere que le den su Oscar de una vez.
DiCaprio es un hombre inmensamente poderoso, pero tiene clavada en el corazón una espina por todas esas revistas adolescentes que durante años pusieron su rostro en la portada, a pesar de que él nunca lo pidió y -sus elecciones profesionales lo atestiguan- siempre intentó evitarlo. Desde entonces, sigue enzarzado en una lucha eterna por demostrar su valía, incluso a pesar de que ya casi nadie más duda de ella.
SUFRIMIENTO FÍSICO
Y ahí es donde entra el guion de 'El renacido'. Es obvio que, al leerlo, DiCaprio debió de pensar: "Podría ganar el Oscar". Porque todo el mundo sabe que, según la lógica de la Academia de Hollywood, una interpretación no es del todo redonda a menos que implique sufrimiento físico. Y a juzgar por lo que tanto él como González Iñárritu han explicado, ni Chuck Norris habría podido soportar lo que el actor soportó durante el rodaje. Sufrió sucesivas fiebres, comió un pez vivo e hígado crudo de bisonte y hasta durmió dentro de un caballo porque, lo dice Iñárritu, era la única forma de capturar la verdad.
Por si esa campaña no hubiera bastado por sí sola, estuvo sazonada con la percepción pública de que ya era hora de que a DiCaprio se le hiciera justicia. Fue nominado por primera vez a los 19 años por '¿A quién ama Gilbert Grape?' (1993), y desde entonces cada nuevo papel parecía cuidadosamente diseñado para proporcionarle el premio. Intentó transformaciones físicas y acentos exóticos, experimentó con el Método, asoció su nombre a los de Scorsese, Eastwood, Mendes y Nolan, y hasta ayudó a salvar las ballenas. Pero nada funcionó, y el asunto se convirtió en una obsesión colectiva. Existen videojuegos y aplicaciones para móvil dedicadas a ello, y al parecer un grupo de fans rusas hasta fundieron sus joyas para poder regalarle a Leo un Oscar sucedáneo en caso de que la Academia hubiera vuelto a castigarle. Pero no ha sido así, y ahora tanto él como el resto del mundo podemos pasar página.
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