PALAU 100
Un sugerente cóctel musical
Ernest Martínez Izquierdo dirige la Orquesta Gulbenkian en `Linterna mágica¿ de Saariaho, basada en la autobiografía de Bergman y en obras de Rachmaninov y Stravinski
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA
Atractiva cita de Palau 100. El tirón de célebres obras de Rachmaninov y Stravinski y el estreno en Barcelona de ‘Linterna mágica’ de la finlandesa Kaisa Saariaho, obra inspirada en la autobiografía de Ingmar Bergman, llenó prácticamente el recinto modernista. La presencia de Ernest Martínez Izquierdo, extitular de la OBC, dirigiendo a la Orquesta Gulbenkian y al pianista ruso Nikolai Lugansky eran alicientes añadidos. El resultado del sugerente cóctel musical no defraudó las expectativas del público.
El inicio con el arrebatador ‘Concierto para piano y orquesta número 2’ de Rachmaninov, que aparece en numerosas bandas sonoras de películas, llenó de buenas vibraciones al auditorio. Es cierto que en la recreación de la pieza hubo una pequeña batalla de volúmenes entre la bien dotada orquesta portuguesa y el solista, pero las inspiradas melodías de esta obra, con un energético Lugansky al piano, acabaron imponiendo su ley. Tras el ‘Moderato’ del comienzo, la sensibilidad y melancolía del ‘Adagio sostenuto’, de gran belleza, acabaron creando el clímax para disfrutar de la pieza. El diálogo entre el piano y otros solistas, con un motivo original que se repite, crea un crescendo rematado por el pianista. Las repetidas ovaciones hicieron que el intérprete ofreciera una aclamada propina.
COMPENETRACIÓN
La compenetración entre Martínez Izquierdo y la talentosa Saariaho se puso de manifiesto en la obra dedicada a Bergman que estrenó la Filarmónica de Berlín. El director, que ha estrenado obras de la compositora y conoce al dedillo su estilo musical, condujo con buen pulso a la orquesta en una partitura de difícil calificación llena de variaciones y ritmos de diferente carácter. Destaca el uso de los cornos, que alude al filme ‘Gritos y susurros’, donde las escenas cambian a través de secuencias de un color rojo puro. El cromatismo musical marca la pauta compositiva, así como el impacto de los cambios de luz durante la creación fílmica. Se trata de una pieza de concierto que da juego a la libre interpretación de unos sonidos que remiten a tensiones emocionales y a la relación con la naturaleza. Saariaho, presente en la sala, recibió cálidos aplausos.
La lograda interpretación de ‘El pájaro de fuego’ de Stravinski, obra de encargo de Serguei Diaghiliev para los Ballets Rusos que catapultó a un joven compositor de 28 años, cerró una estimulante velada. La Gulbenkian expuso todo su potencial con un buen reparto del juego entre la cuerda, madera, metal y percusión.
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