Ignacio Martínez de Pisón: de familias y eso

El novelista cuenta en 'Derecho natural' la transición íntima e histórica de un personaje con la llegada de la democracia

El escritor Ignacio Martínez de Pisón, en los aledaños de la Librería +Bernat.

El escritor Ignacio Martínez de Pisón, en los aledaños de la Librería +Bernat. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Este crónista de la clase media, que no le hace ascos a una asumida vena galdosiana, tiene el don de la cercanía. En la vida real y en sus novelas, pobladas por personajes de a pie, a los que, por cierto, trata con mucho más cariño que el mal llamado ‘garbancero’. De ahí que cuando hace unos meses se le preguntaba de pasada de qué iba su nueva novela Ignacio Martínez de Pisón, o solo Pisón para los amigos, decía: “Pues de lo mismo de siempre, de familias y eso…”.

'Derecho natural' (Seix Barral) asume su tradición y ese tema. De hecho, en esta obra quiso alejarse un poco de ese destino retratando los años 70 y 80 de los estudios Balcazar, de las coproducciones en Almería o las miserias de la serie B (cuando no Z) pero le pudo más la querencia y recicló ese trasfondo en una historia familiar, de nuevo. La de un chico de Barcelona con un padre tarambana (no muy distinto al de Carreteras secundarias) que quiere triunfar en la industria del cine y acaba convertido en un triste remedo de Demis Roussos pero también su trayectoria como jurista en el marco de la España de la hoy denostada transición.

TIEMPOS INTERESANTES

¿A favor o en contra? Un Pisón de 57 años que vivió todo aquello en primera persona defiende el pacto que hicieron las dos Españas para seguir adelante. “Los que tenemos cierta edad nos acordamos de la amenaza del golpismo, de la violencia política constante y el lastre de la dictadura. El balance final es que nos ha servido para vivir razonablemente bien hasta ahora. No nos podemos quejar tanto”. Por supuesto que el escritor no ignora la brecha se está abriendo en esa convivencia. “Lo bueno de aquella época es que la tolerancia se consideraba un valor que debía ser defendido. Ahora parece preferible la intolerancia. Gracias a las redes sociales se han multiplicado los censores. Y hay más, hemos llegado al caso de que un chiste sobre Carrero Blanco se ha convertido en un delito. Y es que el Estado no está protegiendo algo tan básico como la libertad de expresión para unos y para otros, porque recortar por un lado lo que te molesta también se puede volver contra ti”.

Naturalmente el pacto no le parece a Pisón, que no es ingenuo, lo más inmaculado. Aunque a la postre acabara por funcionar. La época le recuerda a aquel personaje menor de ‘La rosa púrpura del Cairo’ que, cuando puede dejar atrás la película en la que está atrapado, se vuelve loco de contento y dice: “Yo nunca quise ser camarero yo quiero se bailarín de claqué”. Pues eso. “Ese pacto permitió al franquista convertirse en antifranquista de toda la vida. De Gaulle hizo lo mismo en Francia acabada la guerra convenció a todos que habían participado de la épica del partisano cuando en realidad lo habían hecho en la miseria del colaboracionismo. Pero esas cosas sirven para reinventarte, por eso nos adaptamos tan rápido a la democracia. En muy poco tiempo, el franquismo fue cosa del pasado”.

EL FANTASMA DEL PADRE

Ese era el contexto, pero a Pisón le interesa más poner la lupa narrativa en los retratos de interior de la gente corriente y moliente. Y analiza: “La novela de formación es una estructura básica para mí. Esas novelas en las que cuentas cómo los personajes se convierten en lo que son. Aquí hay una doble transformación, las de los personajes, no solo el niño protagonista, también el padre y sobre todo la madre que cambia al tiempo que lo hacen las mujeres en general. Me interesaba que ese cambio fuera personal pero también social”.

Después de tantas novelas con personajes huérfanos de padre o con uno no excesivamente edificante, Pisón, que perdió al suyo cuando tenía 9 años, se pone a pensar el porqué de esos progenitores pícaros que pueblan sus novelas. “Igual cuando escribo estoy ajustando cuentas con mi padre, lo que habría hecho si éste hubiera vivido más años. Le perdí demasiado pronto y no hubo conflictos, así que con esos padres irresponsables y pícaros estoy inventando unos conflictos que en realidad no pude llegar a tener”.