Jean Becker: «En los hospitales suele trabajar mucho cretino»

El director de cine francés estrena 'Unos días para recordar'

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NANDO SALVÀ

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A lo largo de medio siglo de carrera, y gracias a títulos como La fortuna de vivir (1999) o Conversaciones con mi jardinero (2007), se ha convertido en uno de los humanistas más celebrados del cine francés. En su nueva película, Unos días para recordar, un sexagenario postrado en una cama de hospital logra depurar su actitud frente al mundo tras interactuar con una variopinta fauna de personajes.

-La enfermedad está en el centro de sus dos últimas películas. El protagonista de la anterior, Mi encuentro con Marilou (2012) era depresivo, y ahora el de Unos días para recordar tiene la pierna enyesada. ¿Es una fijación?

-Tengo 82 años y mis compañeros de quinta van cayendo como moscas, así que la enfermedad, o el miedo a ella, está en mis pensamientos. Pero lo cierto es que físicamente estoy hecho un toro. Lo de la cabeza es otro cantar.

-¿Sufre depresión?

-La sufrí. El motivo es que era patológicamente celoso, de todo el mundo. De las mujeres, del éxito de un colega, del enorme miembro viril de un amigo… De todo. Y llegaron a convertirme en un hombre violento. Pensé en seguir una terapia pero, ¿para qué? ¿Para mi vida en el más allá? Es demasiado tarde. Afortunadamente, he logrado serenarme.

-En Unos días para recordar, algunos profesionales de la medicina son retratados como seres vanidosos y complacientes.

-Respeto su nivel de preparación y me admira su compromiso con la labor de curar y salvar vidas. Tan solo he querido hablar de ciertas actitudes que, por otra parte, dadas las responsabilidades que el oficio conlleva, me parecen hasta comprensibles. Sí, en los hospitales suele haber mucho cretino trabajando. Pero no he querido ser malicioso.

-Como el protagonista de la película, usted tiene reputación de gruñón. ¿Es cierta?

-Sí, entre la profesión se me conoce con el apodo de pitbull.Y lo entiendo, porque en los rodajes me vuelvo una persona ansiosa. De una película me encantan la fase de escritura y la de montaje, pero rodar me exaspera. Porque no soporto ver cómo lo que la cámara captura no hace justicia a lo que yo tenía en mente al escribir. Lo único que me gusta de rodar es la relación con los actores.

-¿Qué método usa para dirigirlos?

-Muy fácil: no los dirijo. A lo largo de mi vida he trabajado con talentos como Daniel Auteuil, Gérard Depardieu,Jean-Paul Belmondo y ahora Gérard Lanvin.¿Quién soy yo para decirles cómo tienen que hacer su trabajo? Lo que sí intento es establecer una relación de amistad con ellos, porque no me puedo imaginar hacer una película de otra manera. Converso con ellos para conocerlos mejor y poner lo que aprendo de ellos al servicio de la película.

-¿Siempre quiso trabajar en el cine?

-Siempre, pero mi padre [Jacques Becker, director de París, bajos fondos (1952)] no quería que lo hiciera. Aunque finalmente cedió y empecé a trabajar como asistente en una de sus películas. Lo cierto es que recuerdo que empecé con mal pie. El primer día de rodaje, me olvidé de despertarle. ¡Menudo asistente! Llegué a la filmación y solo entonces me di cuenta de mi metedura de pata. Al cabo de unas horas llegó él, corriendo calle abajo e insultándome a gritos. Era un hombre muy severo.

-¿Y cómo mantiene a estas alturas el interés por hacer películas?

-No lo sé. Creo que el mero hecho de ser capaz de trabajar a mi edad ya me proporciona una energía y un entusiasmo muy intensos. Además, esta profesión te mantiene en un permanente estado de ebullición. Y es uno de los pocos trabajos que te permiten seguir trabajando pasados los 80. Me sigue apasionando el cine pero, ojo, no soy un buen espectador. Tengo miedo de estar tentado a copiar las películas que veo.

-¿Alguna vez ha copiado a alguien?

-Solo a mi padre, que también fue mi mejor maestro. Me enseñó a ser perfeccionista. Solía decir: 'Si de tu trabajo solo se puede decir que es bueno, es que no es suficientemente bueno'.

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