EL ANIVERSARIO DE UN HISTÓRICO ESPACIO ESCÉNICO

El Lliure vive su noche mágica

El teatro festeja a lo grande sus 40 años con la revisión de 'Les noces de Fígaro', una de sus obras más emblemáticas

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JOSÉ CARLOS SORRIBES

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Era tanta la emoción y satisfacción de todos los protagonistas de una trayectoria de 40 años volcados en el teatro que casi restaron vuelo a la revisión de 'Les noces de Fígaro', el icónico montaje que dirigió Fabià Puigsever en 1989 en la sede de Gràcia. Tanto éxito tuvo entonces que vivió, tras su estreno, una gira a lo largo de cuatro temporadas que, en estos tiempos, suena a entelequia.

No es ningún descubrimiento que 'Les noces de Fígaro' representa el espíritu del Lliure de siempre. Un espectador profano podía comprobarlo en el estreno del viernes, el día que se cumplían los 40 años de la fundación del teatro, al ver que la escenografía de la obra es la que se reprodujo luego en las solemnes paredes de la sala grande de Montjuïc. La memoria de muchos asistentes se refrescó, además, con un montaje que responde al 90% de su precedente, según su director, Lluís Homar, que era el Fígaro de aquel estreno del 89.

JUEGO AMOROSO Y MENSAJE REVOLUCIONARIO

No tocaba cambiar casi nada, pese a un aroma que remite al teatro de su época, en un montaje elegido para una celebración tan especial. A favor de esta decisión cuenta que 'Les noces de Fígaro' es una fiesta escénica, con un juego constante de engaños, equívocos, devaneos amorosos y sorpresas. No está tampoco exento de un mensaje crítico con la nobleza, en el que se atisba el ardor revolucionario de la Francia de 1789. Por ejemplo, el criado Fígaro muestra una insolencia con su amo, el conde Almaviva, intolerable para el antiguo régimen.

El juego preside siempre esta revisión con esas continuas entradas y salidas de los personajes. No se produce siempre con igual ritmo, por una primera parte más plana, resultado quizá de los nervios propios de un estreno, y más de uno tan singular como este. Tampoco ayudó que hubo que parar la función por el desvanecimiento de un espectador. O que a veces la voz de los intérpretes no llegara con la nitidez precisa.

UN ELENCO INTERGENERACIONAL Y ENTREGADO

Fue en el segundo acto cuando la comedia cogió velocidad con un elenco intergeneracional muy entregado. Marcel Borràs pone su naturalidad y limpieza actoral como Figaro (quizá le falte algo de fuego en el monólogo), mientras Mar Ulldemolins da otra gran muestra de su versatilidad como su enamorada Susanna. Joan Carreras, siempre de nota, acapara las miradas con una soberbia composición del conde, bien apoyado por una Mònica López que fue de menos a más, o por la chispa cómica de Pau Vinyals.

La guinda del estreno llegó con el parlamento final de Homar de homenaje a toda la gente que ha hecho grande al Lliure, con rosas amarillas de recuerdo para Puigserver, y la fiesta con pastel y música que siguió y cerró una noche mágica.