Cómo explicar Colombia

El escritor Juan Gabriel Vásquez, el joven autor latinoamericano más respetado en Estados Unidos, publica 'La forma de las ruinas'

Juan Gabriel Vásquez, en Barcelona.

Juan Gabriel Vásquez, en Barcelona. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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El colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es, hoy por hoy, el joven escritor latinoamericano mejor posicionado en los Estados Unidos, tanto en consideración como en lectores. Quizá porque es uno de los pocos que está en sintonía tanto en estilo y como en ambiciones con los grandes del 'boom' de los 60. Un autor al que le ha tocado, como en otra época le tocó a Mario Vargas Llosa -con el que tiene no pocas semejanzas- la responsabilidad de explicar su conflictivo país en el extranjero y, sobre todo, ante el todopoderoso país del norte. En Estados Unidos entienden a Vásquez. En el ‘New York Times’ se deshicieron en elogios con ‘El ruido de  las cosas al caer’, una novela en la que el autor creía haber saldado todas sus cuentas con la historia de su país. Falso. Regresa ahora con ‘La forma de las ruinas’, tan ambiciosa como aquella, en la que revisa más de un siglo de violencia a través de los magnicidios de dos políticos colombianos relevantes, el senador liberal Rafael Uribe Uribe en 1914 y el dirigente político Jorge Eliécer Gaitán asesinado en 1948.

Gracias a una estrategia de realidad y ficción, el propio Vásquez se inventa a sí mismo como narrador y en cierto modo investigador de esos crímenes obligado por la figura de un periodista obsesionado por ellos, y en especial por el asesinato de Gaitán, con no pocos parecidos razonables con el de Kennedy. “Si me sitúo a mí mismo en el centro del libro es por las circunstancias en las que nació la novela -cuenta Vásquez-. Un amigo, hijo de un médico forense muy prestigioso, me puso en las manos una vértebra de Gaitán y un fragmento de cráneo de Uribe Uribe, lo que para alguien tan vulnerable a los demonios del pasado como yo supuso todo un detonante”. El libro se vale también de fotografías -alguna de ellas falseada- en un juego no muy distinto al que utilizó Sebald.

TEORÍAS CONSPIRATIVAS

Asegura el autor que cada vez le interesan más las novelas documentales, los libros que se montan a partir de una investigación: “Esa es la forma en la que he armado todos mis libros. Siempre he creído eso que dice Doctorow. Que el novelista que escribe sobre la historia simplemente finge que hay más documentos disponibles. Es como si los imaginara y luego los consultara para escribir su ficción”. También admite, con una sonrisa, que finalmente aunque todo el libro trasmita un rechazo a las teorías de la conspiración que durante años han corrido por los mentideros colombianos, él, tan escéptico, y casi sin proponérselo se ha convertido también gracias a su novela en un conspiranoide. “Todos los seres humanos tenemos esa pulsión de contar nuestro pasado para entenderlo a través de historias y cuando intuimos que ese relato está incompleto o falseado a veces aparecen las teorías de la conspiración y a veces, las novelas”.

El momento en que Vásquez pudo tocar con sus manos las reliquias políticas coincidió en el tiempo, y así se cuenta en la novela, con el nacimiento prematuro de sus dos hijas, que hoy tienen 10 años. “Mis hijas están naciendo en un país que tiene esa historia -pensó en aquel momento- , así que no sé de qué manera las voy a proteger de esa violencia”. Ese es uno de los  principales temas del libro, el peso de la historia, de los muertos, la manera en la que heredamos el pasado. “A lo largo de toda la novela siempre hay padres preocupados por proteger a sus hijos e hijos preocupados por escudriñar en la vida de sus padres y, acaso, justificar sus actos”.

Entre los descubrimientos  de Vásquez está la mención que García Márquez hizo en sus memorias de su abuelo,  gobernador responsable de mantener el orden tras el asesinato de Gaitán, a quien Gabo llama “godo de tuerca y tornillo”, o lo que es lo mismo reaccionario de derechas. “Me sorprendió porque hasta el momento mi tío era el viejito querido, cultísimo, el hombre que lo había leído todo y que me apoyaba en la idea de ser escritor”.   

CONTAR LA REALIDAD

Y mientras tanto, asume “con gusto”, la responsabilidad de explicarle a los estadounidenses cómo es su país. “Recuerdo que Philip Roth cuando ganó el Príncipe de Asturias dijo que lo que hacía frente a los extranjeros era demostrar que la realidad de su país era mucho más compleja  y contradictoria de lo que suele admitirse. Quizá yo también estoy haciendo eso. Porque la vida colombiana en general y el narcotráfico en particular se simplifica demasiadas veces tanto en Estados Unidos como en Europa. Y contar sus matices quizá sea lo mejor que pueda hacer una novela”.

Esos matices no desembocan en una conclusión muy esperanzadora para su país, incluso en un momento como este en el que la ONU está a punto de aprobar el acuerdo entre el Gobierno colombiano y las guerrillas de las FARC. "Creo que esta novela es optimista por oposición. En un momento en que podemos terminar un conflicto de 50 años, se presenta como una advertencia de todo lo que puede seguir pasando si no lo hacemos. Yo espero que Colombia no siga siendo, como se dice en el libro, un ratón corriendo en un carrusel”.