Entrevista publicada el 27 de diciembre del 2009

Jaume Vallcorba: "Ser elitista no me parece nada mal"

El editor de Quaderns Crema y Acantilado celebra los 30 y los 10 años, respectivamente, de sus prestigiosos sellos

Jaume Vallcorba, descubridor de autores como Quim Monzó o Sergi Pàmies.

Jaume Vallcorba, descubridor de autores como Quim Monzó o Sergi Pàmies.

ELENA HEVIA / Barcelona

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El doble aniversario ha pillado a Jaume Vallcorba trabajando y no descorchando cava. Aunque no le falten motivos para la satisfacción.

- ¿El éxito de Acantilado ha oscurecido el antiguo brillo de Quaderns Crema? 

- Nadie puede acusarme de dejación. Si uno mira los libros de Quaderns Crema que se publican cada año verá que no ha habido abandono, ni en números de libros anuales, ni en la búsqueda de nuevos autores, ni en títulos, ni en la recuperación de clásicos. Lo que pasa es que el público lector en catalán se ha visto reducido en los últimos años.

- Reparta culpas. 

- Ha habido ataques directos a la edición en catalán con la desaparición de la lectura en escuelas e institutos. Probablemente por el vicio de entender que lo importante es la lengua y no la literatura. Además, se han realizado extraordinarias ayudas públicas a la industria editorial, sin pensar en el público. Eso ha producido una sobresaturación de títulos.

- ¿Por qué ha triunfado Acantilado y Sirmio, una editorial que usted lanzó en los 80 con una filosofía muy parecida, se fue al garete? En ese sello descubrió, por ejemplo, a Javier Cercas. 

- Le daré otro. En Sirmio publiqué Novela de ajedrez de Stefan Zweig, que apenas vendió y de la que ahora en Acantilado llevamos 11 ediciones.

- ¿Tiene alguna teoría al respecto? 

- Había demasiados libros universitarios en el catálogo y hoy un estudiante de humanidades puede terminar una carrera sin haber leído un solo libro. Esto lo he dicho públicamente delante de la ministra y no me ha corregido, así que tiendo a pensar que es cierto.

- Usted, que ha sido profesor universitario, lo sabrá. 

- Dejé de divertirme y lo dejé hace cuatro años. Menos rector y mujer de la limpieza, en la Pompeu i Fabra he sido de todo. El crecimiento de Acantilado quizá se deba a mi dedicación actual a tiempo completo.

- Junto a su nombre suele aparecer un adjetivo: exquisito. 

- Si exquisito quiere decir exigente, lo asumo.

- Pero también puede significar elitista. 

- Pues ser elitista tampoco me parece mal. En estos últimos tiempos oigo hablar de la democratización de la cultura sin que nadie me haya explicado qué quiere decir eso. De momento, solo he visto que sirva para intentar eliminar los derechos de autor. Yo entiendo la cultura trabajada con esfuerzo, la transmisión de una tradición, debidamente adaptada, a generaciones futuras.

- Uno de sus inventos, el de la recuperación de clásicos olvidados, ha tenido mucha fortuna en la edición actual, no pocos le han imitado. 

- Cuando me propuse editar las Memorias de ultratumba, de Chateaubriand, más de uno me pronosticó la ruina absoluta y ahora vamos por la sexta edición.

- ¿Cuál ha sido su mayor satisfacción como editor? 

- Cada vez que me llega un libro terminado de la imprenta: su olor, su tacto... Pero hay momentos más brillantes: cuando has apostado por un autor y le dan un Nobel.

- Como al húngaro Imre Kertesz. 

- Un autor que, por cierto, no vendía mucho. Que ahora un escritor nuevo como David Monteagudo, que paseó sus manuscritos por muchas editoriales, se haya convertido en un best-seller en la mía, es una alegría enorme, pero hay libros que he vendido muy poco y de los que estoy extraordinariamente satisfecho. Volvería a publicarlos mañana. Mis editoriales se mueven en un sutil equilibrio entre lo comercial y lo cultural.

- Pero se arriesga mucho: esa querencia por los desconocidísimos autores centroeuropeos y del Este. 

- El telón de acero ha sido algo real y todavía vivimos muy al margen de lo que está pasando ahí. Pero hay que ir con cuidado con lo que llamamos minoritario. Una tumba para Boris Davidovich, de Danilo Kis, uno de los grandes autores del siglo XX, ha tenido reimpresión, al igual que Mi siglo, de Aleksander Wat, una joya memorialística. Espero que les ocurra lo que a Stefan Zweig, otro de los autores capitales, que ha tenido que purgar en su consideración el haber tenido mucho éxito. Yo quisiera que en mis libros haya alma, la honda verdad humana. H«Yo entiendo la cultura como la transmisión de una tradición a futuras generaciones»