P. D. James, la baronesa del crimen

El mundo de la que fue considerada sucesora de Agatha Christie fue el clásico del género policiaco, con crímenes en ambientes rurales y familias de clase media

P. D. James, el 23 de abril del 2009 en Barcelona.

P. D. James, el 23 de abril del 2009 en Barcelona. / ÁLVARO MONGE

NBEGOÑA ARCE / LONDRES

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P. D. James recibía a la prensa en su casa del barrio londinense de Holland Park, el título que eligió cuando fue nombrada por los conservadores baronesa, con un escaño honorífico en la Cámara de los Lores. Las charlas con P. D. James solían ser largas y siempre interesantes. Los años le habían ido restado algo de movilidad y había que hacer las preguntas en un tono algo más alto de lo habitual, pero su agudeza mental estaba intacta. Inteligente, al tanto de lo que ocurría en el mundo, tampoco había perdido las ganas de escribir.

El año pasado, a los 93, anunció que estaba enfrascada en otra novela de detectives. «Es importante escribir una más», declaró en una de sus últimas entrevistas a la BBC. «Con la edad es más difícil. La inspiración tarda más tiempo en llegar, pero lo que ocurre con un escritor es que necesita escribir. Creo que mientras este viva escribiré. El día que pare de escribir, probablemente yo me pararé también». Ese día ya ha llegado.

P. D. James falleció en Oxford, la ciudad en la que había nacido en 1920, dejando tras de sí una veintena de obras. Bautizada por la prensa como la «gran dama del misterio» y «la reina del crimen», fue la creadora de una serie de best sellers protagonizados por el poeta detective Adam Dalgliesh. Considerada como la sucesora de Agatha Christie, lo cierto es que su carrera literaria fue tardía. Casada con un médico, al que la participación en Segunda Guerra mundial dejó con problemas psiquiátricos, Phyllis Dorothy James se vio en la necesidad de trabajar como funcionaria para mantener el hogar y a sus dos hijas. Fue a los 40 años cuando comenzó a escribir su primera novela, de madrugada, antes de comenzar su jornada laboral.

El inspector Dalgliesh

En 1962 apareció su primer relato Cubridle el rostro, con el debut del inspector Dalgliesh, un clásico policial que recordaba los viejos cánones del género. En el mundo de P. D. James los crímenes suelen tener lugar en casas de campo, en pequeñas comunidades, entre familias de clase media, con el vicario, el doctor y personajes con motivaciones mezquinas, amores ocultos, secretos inconfesables y a consecuencia de todo ello, algún que otro cadáver. «Los mayores crímenes se cometen por amor», le dijo una vez a este diario. «Me gusta la ficción estructurada, con un principio, una parte en medio y el final. Me gusta una novela con un motor narrativo, una pauta y una resolución. Así es como debe ser una novela de detectives», explicó en otra ocasión.

Aquella primera novela fue el también el comienzo de su relación con la editorial Faber and Faber, que se prolongaría hasta hoy. «Era alguien excepcional en todos los aspectos de su vida. Una inspiración y una gran amiga», señalaba ayer en un comunicado la editorial anunciando su muerte. «Ha sido un privilegio el publicar sus libros extraordinarios. Trabajar con ella era siempre una alegría. La vamos a echar de menos terriblemente».

La fama

Su gran éxito internacional llegó en 1980 con Sangre inocente, la historia de una joven que descubre un asesinato secreto en torno a su adopción. En pocos días las ventas se dispararon y James ganó con el libro lo mismo que hubiera recibido trabajando diez años en departamento de derecho penal del Ministerio del Interior, lo que le llevó a pedir la baja como funcionaria. «A principios de la semana era relativamente pobre y el final ya no lo era», recordó en una ocasión. Un impulso criminal, Muertes poco naturales, Intrigas y deseos, Mortaja para un ruiseñor o Muerte de un forense, publicados todos ellos en España por Ediciones B, son algunos de sus libros, de los que vendió millones de copias. En 1999 publicó también su autobiografía.

Muchas de sus historias terminaron siendo también adaptadas al cine y la televisión. Recompensada con numerosos premios, la mujer a la que su padre no permitió ir a la universidad, porque esa educación no era adecuada para las chicas, fue nombrada doctor en letras por más de media docena de universidades. Al margen de la literatura, formó parte de la junta de gobernadores de la BBC, puesto desde el que criticó muy duramente a los directivos de la corporación por cobrar sueldos desproporcionados. También tuvo tiempo de ejercer como magistrado en Middlesex y Londres.

La flor y nata del género de suspense le ha rendido homenaje. «Era muy precisa en los detalles policiales. Se tomaba muchas molestias. Los cuidaba mucho. No cometía errores», ha señalado Ruth Rendell, que fue su amiga. El escocés Ian Rankin recordaba con cariño: «En cada evento en el que tuve la suerte de estar con ella era una gran diversión. Tenía un intelecto afilado y una mente ágil». Desde Estados Unidos, Patricia Cornwell daba las gracias a la desaparecida por haberla animado cuando estaba comenzando. Y la premio Booker A. S. Byatt ha elogiado «su fabulosa escritura». El mundo, dijo, «será un lugar peor sin ella».