'Hits' y besos con Kylie

Kylie Minogue, sobre un daliniano sofá con forma de labios, durante su actuación de anoche.

Kylie Minogue, sobre un daliniano sofá con forma de labios, durante su actuación de anoche.

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Poco, poquísimo, queda de Rick Astley, Jason Donovan, Sinitta, Bananarama y otras criaturas asociadas, allá en los años 80, al astuto (y, a veces, inspirado) equipo de productores y compositores Stock, Aitken & Waterman. Solo Kylie Minogue ha aguantado, y bien, la tensión del gran maratón del pop comercial, desmintiendo a quienes vieron en ella un juguete efímero. Son 27 años de éxitos, literalmente, que la estrella australiana recorrió con deleite anoche en el Palau Sant Jordi, envuelta en un espectáculo menos catedralicio que el del 2011,  pero dinámico, resultón, dotado de coartadas artísticas y con todo su repertorio de posturas y susurros insinuantes.

Fantasía pop en abundancia, pero poco público. Si en su anterior visita el público ocupó tres cuartas partes del Sant Jordi, anoche la afluencia fue muy inferior y rondó unas 5.000 personas, una convocatoria inaudita para una estrella que lleva casi tres décadas llenando recintos en gran parte de Europa, sobre todo el Reino Unido. Ahí estaba el núcleo hardcore de fans de Kylie, el que no depende del acierto comercial de su disco del momento sino que le rinde honores más allá del hit estacional.

GUIÑOS 'ARTY' / Anoche no hubo surtidores de agua ni templos griegos, como en la gira Aphrodite: Les folies, sino una estructura metálica por la que se encaramaban los bailarines, y la prescriptiva macropantalla de leds. Ningún concepto visual dominante, aunque el vestuario estaba lleno de guiños arty más o menos extravagantes, empezando por el modelo a lo Naranja mecánica, con bombín y muletas amenazantes, de In my arms, y los movimientos de hojalata en el interludio de Secret kiss y el freaky homenaje al constructivismo ruso que se observó en el bloque iniciado con el tierno éxito Step back in time.

Y ella, en su papel de diva teatral, inspirada en el music hall y el cabaret, tocada por plumas y embutida en llamativos vestidos de rojo dramático (cuando abrió el concierto, recostada en unos enormes labios, cantando Les sex) o modelitos brillantes, de paillette (en Spining around, donde sí faltó el mítico short dorado que tantas alegrías deparó a sus fans en el vídeoclip de hace 14 años). Pasando por alto, como todo profesional, la floja asistencia, Kylie se dirigió al público con su entusiasmo natural, y tras las cortesías de bienvenida, en inglés (el castellano y catalán manejados la última vez, cuando presumía de noviazgo con Andrés Velencoso, fueron casi silenciados anoche) se atrevió a preguntarse «¿qué palabra sería la mejor para describir a esta audiencia?». Antes de que alguien gritara «small» (pequeño) se respondió ella misma anunciando la siguiente pieza, Wow.

DISCOTECA MILITAR / Un potente tramo de éxitos de sus discos de principios de la pasada década exaltó un poco más los ánimos: Your disco needs you, con sus aires marciales, sus guiños a la Revolución francesa («le disco a besoin de vous!») y su desenlace discotequero muy Gloria Gaynor, y un asalto a On a night like this con el escenario a oscuras y con ambiente de pista de baile. Ese bloque de canciones culminó con la sinuosa cadencia electrónica de Slow. «Ya sabéis que el vídeo se grabó en Barcelona», recordó. Cierto, en las piscinas Picornell.

Luego, el viaje a los 80 y primeros 90, si bien Kylie prefirió condensar el material de esa época en un entretenido medley que viajó desde Hand on your heart hasta la rematadamente naif I should be so lucky, a través de Never too late y Got to be certain. En esta gira no suena, por desgracia, el clímax de aquella era, Better the devil you know. Los trofeos de Stock, Aiten & Waterman, escenificados con todo el candor kitsch: vestidos color pastel y una bañera llena de plumas en la que la estrella se zambulló.

RECUERDO DE INXS / Las miradas al pasado más lejano siguieron con una versión de la funky Need you tonight, de INXS, el grupo del fallecido Michael Hutchence, novio juvenil de la artista, que la interpretó envuelta en charol negro y lentejuelas. Momentos oscuros, con guiños sadomaso en Sexercise, y electrónica fría a lo New Order abriendo el camino a Can't get you out of my head. Y los acordes rockeros de Kids, con una corista supliendo a Robbie Williams.

Una vez más, Kylie no fue la más moderna, ni la más revolucionaria, en una modalidad, el show de gran formato, que evoluciona poco aunque nuevos iconos como Lady Gaga auguren innovaciones, pero su propuesta no deparó espacios muertos en dos horas de recorrido. Entretenimiento pop con estilo, tocado, en sus compases finales, con Love at first sightAll the lovers, un inocente The locomotion en honor a sus inicios, y el cierre con Into the blue. Sí, 27 años de éxitos, aunque el público, el barcelonés, no siempre haya estado ahí.