HERBARIO SECRETO

10 historias ocultas de las plantas

‘La invención del reino vegetal’, un proyecto del filósofo José Antonio Marina escrito por la bióloga Aina S. Erice, explora la relación entre la humanidad y las plantas. La científica explica aquí un puñado de historias ocultas del mundo vegetal.

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NÚRIA MARRÓN

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1 Adormidera Pinturas rupestres, ‘colocones’ y espíritus

Se han encontrado restos de adormidera entre los dientes de un varón del neolítico; restos de semillas de cannabis y cerveza en algunos recipientes, incluso en rocas y cuevas se han hallado extrañas espirales y zigzags que indican que a) o bien los prehistóricos tenían un gran talento para ver las geometrías más aviesas de la naturaleza o b) representaban las visiones que alcanzaban tras ingerir brebajes alucinógenos. «Es complicado llegar a una conclusión definitiva –admite la bióloga Aina S. Erice–, pero es posible que aquellas culturas utilizasen las plantas para acceder a estados alterados de conciencia que, fuera de contextos religiosos, podríamos llamar colocones».

Sin embargo, parece que el motor de aquellos viajes no era tanto el hedonismo como entrar en contacto con el más allá. La hipótesis de esta línea de investigación apunta a que las pinturas rupestres indican que el consumo de determinadas plantas les inspiró «visiones y concepciones de la esfera sagrada», añade Erice.

2 Ruda  Pócimas, laxantes y control de la natalidad

Durante miles de años, ese colectivo difuso compuesto por brujas, sanadoras y parteras gestionó los misterios de la vida y la muerte con su conocimiento empírico del mundo vegetal. La ruda (foto), por ejemplo, tanto se usaba en una célebre fórmula de origen supersticioso que se preparaba para sobrevivir a los envenenamientos, como permitía a las mujeres, en las dosis adecuadas, controlar la fertilidad, acelerar el parto y provocar abortos, ya que estimula las contracciones uterinas. «También era frecuente encontrar la hierba de san Juan en pócimas mágicas para, por ejemplo, curar las impotencias fruto de los maleficios. Lo que sí es cierto

–explica la bióloga–es que esta planta tiene propiedades antidepresivas y que puede interferir en otros tipos de medicación si no vas alerta».

El ruibarbo y la acacia eran laxantes («algo que 

preocupaba mucho a los antiguos») y la belladona formaba parte de la fórmula que las brujas se aplicaban en las mucosas y que, al rato, les hacía creer que, literalmente, estaban volando

3 Orquídea La gran afrodisiaca de la antigüedad

«En medicina, las distintas culturas han aplicado un concepto universal: el principio de analogía y parecido», explica Erice. Puede sonar serio, incluso científico, pero en realidad hace referencia a algo más peregrino: «Se creía que Dios había puesto en cada planta el símbolo que nos permitiría saber para qué servía», cuenta la científica. O sea, que para saber qué cualidad tenía cada una bastaba con observar a qué parte del cuerpo se parecía. Una planta que recuerda a un pulmón podría prescribirse como pulmonaria. Y por el mismo silogismo, si las orquídeas europeas tienen dos pseudobulbos que se asemejan a los testículos, ¿cómo no iban a resultar afrodisiacas?

El nombre de orquídea viene del griego orchis, que significa testículo. Y aunque con los siglos ha perdido sus connotaciones sexuales, hoy día algunas de sus especies más raras provocan un furor extremo en los orquideófilos, que llegan a pagar hasta 10.000 euros por ejemplar, a menudo en el mercado negro.

4 Lino 30.000 años de arrugas en el armario

Ahora lo conocemos como el tejido fetiche que inspiró la máxima de «la arruga es bella», pero ¿alguien adivina desde qué tiempos remotos vestimos con lino? Seguramente se han quedado cortos. Igual incluso deberían multiplicar esa cifra por 10. «Treinta mil años –resuelve Erice–. Sin duda, es la planta textil que utilizamos desde hace más tiempo». 

En esta arqueología del vestir, la bióloga explica que las que hilaban y tejían fueron mujeres porque –¿lo adivinan?– era compatible con el cuidado de la casa y la familia. «Era una actividad tan importante que a muchas diosas de la antigüedad se las representaba con herramientas de tejer. Me sorprendió mucho leer que, de haberse conservado bien, la Venus de Milo estaría hilando, por lo que se entrevé de la posición de sus músculos».

Los egipcios fueron tan campeones en la materia que incluso se sabe cuándo los judíos dejaron Egipto y llegaron al actual Israel por las herramientas que se han hallado, una tecnología hasta entonces inaudita en la zona.

5 Especias El márketing que llegaba del paraíso

Mucho antes de que el Nespresso convirtiera el mero hecho de tomar café en una experiencia, el mercado de las especias ya empezó a establecer las reglas del márketing. Tener en la mesa canela era algo exótico, sobrenatural, ya que se decía que con ella el ave Fénix hacía su pira. También se contaba que procedían del Paraíso Terrenal (un lugar del que entonces solo se podía decir que era lejano) y que en Egipto solo hacía falta desplegar las redes en el río para que amanecieran llenas de especias.

«Durante la edad media, en buena parte son las responsables de las ansias de ir a descubrir y a comerciar con imperios muy lejanos», explica Erice. Con estos productos, subraya, «nunca se compraba el ingrediente en sí», sino los mitos y la distinción que proporcionaban. No solo eso: también se creía que eran afrodisiacas, se hacían servir para embalsamar y en los rituales crematorios, y funcionaban como antídotos para los envenenamientos. ¿Alguien adivina a qué olían los santos? Pues claro: a especias

6 Patata Flores para el tocado de María Antonieta

El día en que Colón puso el pie en las Bahamas, empezó a cambiar el herbario y, por tanto, el botiquín europeo. De Perú llegó, por ejemplo, la quinina, una sustancia que obtuvo «relevancia geopolítica» porque, como explica Erice, servía para bajar la fiebre. «En un momento con tanta malaria, que implicaba ciclos de fiebre tan altos que llegaban a matar, se convirtió en un punto estratégico en multitud de guerras». Uno de los motivos de los nazis para ocupar Holanda fue, precisamente, controlar las reservas mundiales de quinina que estaban en manos de ese país. No por capricho: de hecho, hubo más bajas aliadas en extremo oriente por la malaria que en el campo de batalla.

La patata, en cambio, tardó mucho más tiempo en alcanzar su estatus alimentario. Para mitigar la hambruna, María Antonieta intentó popularizarla haciéndose tocados con sus flores. Los ánimos, sin embargo, no estaban para estilismos: el año de la revolución, mil kilos de harina fueron destinados a blanquear pelucas. La venganza llegó en forma de guillotina.

7 Rubia roja Morir por la patria (y el tinte del pantalón)

No había blanco más fácil bajo la tempestad de acero que desató la primera guerra mundial que los pantalones rojo-ponsetia de los soldados franceses. ¿Cómo podía ser que ni los estrategas militares vieran que aquel tono era el camino más directo a acabar sepultado entre el barro de las trincheras?

El historiador Max Hastings recuerda que el 22 de agosto de 1914 fallecieron de una tacada 27.000 soldados que horas antes habían estado avanzando al son de marchas militares y blandiendo espadas con manos enfundadas en guantes blancos sin haber ganado ni un solo palmo de terreno. «En los tiempos napoleónicos se dejó de usar el indigo, un tinte azul, porque provenía del comercio exterior –explica Erice–. Entonces empezó a utilizarse la rubia roja, que se hallaba en el país. Y a pesar de que estaba claro que con ese color no pasas desapercibido, renunciar a él era como una traición a la patria». Antes de acabar la guerra se impuso el sentido común –o sea, los pantalones azules– por pura supervivencia.

8 Tulipanes La primera burbuja financiera

Se dice que la primera burbuja financiera estalló en un remoto 1637 y que la protagonizaron... los tulipanes. Por lo visto, eran flores que habían llegado de Turquía como una auténtica rareza. No olían, pero no se parecían a nada y eran mutantes: albergan unos virus que hacen que, de un año para otro, puedan cambiar de color. Incluso de forma. Y dado el furor que provocaban, algún listo pensó que, bien mirado, aquello podía ser una apuesta segura de inversión.

Los tulipanes aún estaban creciendo en el campo sin haber florecido cuando el productor ya los había vendido a un tipo que, a su vez, ya los había endosado a otro que a su vez... «La cadena del más tonto se cortó cuando no encontraron a nadie más que quisiera invertir en ellos –dice Erice–. Ahora nos sorprende que un tulipán funcionara como mecanismo financiero, pero invertir en flores no tiene ni más ni menos sentido que hacerlo en casas u obras de arte, que también pueden depreciarse cuando la sociedad decide que ya no valen como antes»

9 Té y café De los cazadores furtivos al súper

Que las infinitas variedades de té y café puedan encontrarse hoy día alineadas en las estanterías del súper es fruto de la economía global y de un antiguo thriller cuajado de robos y contrabandistas que trampeaban a los monopolios comerciales.

Cuando el negocio de las especias empezó a dar signos de languidecer, los imperios marítimos europeos que surcaban por las rutas del Índico e Indonesia supieron ver el filón del té y el café. «Este último, por ejemplo, salió de Yemen tras una historia de espionaje, robos y contrabando. Lo mismo que había pasado con las especias, de las que se robaban ramitas para trasplantarlas en sus colonias, sucedió también con el café», dice Erice.

De esta forma a menudo punible, pues, llegaron los cafetales a Indonesia, territorio neerlandés, y a la francesa Reunión. El mismo modus operandi siguieron los ingleses, que se llevaron de China no solo plantas de té: también campesinos que fueran capaces de cultivarlo en sus dominios.

10 Soja El santo grial de la economía global

Si en unos miles de años unos arqueólogos husmearan en nuestros restos, quizá determinarían que pocas cosas como la soja concentran los tics de nuestra época. «Es relativamente novedosa para nosotros, pero milenaria en oriente –dice la bióloga–. Y al tener un elevado contenido en proteínas, para quienes buscan el santo grial de la nutrición perfecta, se ha erigido en un valor en alza». Pero, además, la soja también es el alimento de la ganadería intensiva, lo que ha impulsado un cultivo industrial y transgénico que en países como Brasil está cambiando a velocidad de ultraligero el paisaje y la economía. «El mundo vegetal se presta a este tipo de intensificaciones sin provocar excesiva culpa», reflexiona Erice.

Por cierto, que Brasil también debe su nombre a una madera que los nativos manipulaban y que, al hervirla, se ponía roja como las brasas de carbón. Los conquistadores llamaron a aquellos árboles «palos de brasil», y a aquellas extensiones, tierra del palo brasil. Con el tiempo, tierra y palo cayeron del nombre.