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Hay que seguir leyendo

JOSÉ MARÍA SANZ

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Vuelo de Madrid a Donosti y me encuentro conIñaki Gabilondo, lo saludo con el respeto que le corresponde y tras hablar brevemente de lo divino y lo humano nos dejamos caer cada uno en nuestro asiento.

Recuerdo al periodista que apareció en la madrugada de aquel 24 de febrero de 1981 en pleno golpe de Estado con ese aire deBryan Ferryque se gastaba entonces y que más tarde se convertiría en referencia de la España democrática. Me vienen a la memoria otros periodistas que más tarde y con su propia marca de fábrica resistieron los envites del poder que intentó cerrarles la boca.

Yo viví una época donde la prensa y sus profesionales eran vistos como heraldos de la libertades y del pensamiento libre e independiente. Hoy, duele ver cómo se ha bajado el listón. ¿Será la crisis de valores? ¿Será la connivencia con el poder del Estado que siempre termina contaminando voluntades? ¿Serán loslobbys/lobos económicos? ¿Estamos asistiendo a la caída del cuarto poder o a la fundación de su nuevo orden?

Noto en los periódicos la falta alarmante de columnistas independientes que hablen de lo que nadie se atreve a hablar, que molesten, que sean llamados al orden por sus directores y sigan incordiando. Que se metan en líos, que te hagan dudar de la noticia y de la línea editorial del periódico que les ayuda a pagar el alquiler.

Solo un pequeño grupo de valientes resiste la envestida, más por romanticismo que por el sueldo. En este páramo de las contras informativas y de las opiniones audaces e insolentes, hay que seguir con atención blogs y webs, que, instigados por francotiradores del periodismo, aparecen. Con plumas reconocidas o condenadas al gulag por decir lo que no toca y con otras apenas rodadas, pero que nos acercan a realidades distintas, con opiniones no teledirigidas, idealistas y radicales. Además de contarnos qué se lee, qué se escribe, qué se piensa fuera y dentro de las redacciones, nos hablan del cabo de la calle, alejándonos del tedio mediático y sobre todo, ayudándonos a pensar en qué coño han convertido todo esto y dudar de la realidad que nos están contando.