La Berlinale premia al drama sobre los refugiados 'Fuocoammare'

El filme de Gianfranco Rosi se llevó el Oso de Oro, mientras el Premio Especial del Jurado fue para 'Muerte en Sarajevo', de Danis Tanovic

Gianfranco Rosi besa el Oso de Oro tras conseguir el máximo galardón en la Berlinale por su película 'Fuocommare'.

Gianfranco Rosi besa el Oso de Oro tras conseguir el máximo galardón en la Berlinale por su película 'Fuocommare'. / periodico

NANDO SALVÀ / BERLÍN

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Como el de todos los festivales de cine, el jurado de la 66º edición de la Berlinale es un grupo de personas que se dedican a cosas distintas -la interpretación, la dirección, la fotografía, la crítica- y a las que se presupone buen gusto pero que no necesariamente están de acuerdo en qué distingue a una buena película. Pero hay algo en lo que todos coinciden: son gente decente para quien el hecho de que miles de personas se juegan la vida tratando de entrar en Europa, y a menudo la pierden, es un drama terrible. Y tener eso en cuenta resulta útil a la hora de explicar que Meryl Streep y el resto de jueces concedieran ayer el Oso de Oro a 'Fuocoammare'.

Para considerar el mérito de la película de Gianfranco Rossi es inevitable vincularlo a criterios humanitarios. En otras palabras, contempla el drama de la inmigración con una insólita frontalidad y eso basta para convertirla en una obra valiosa; que para hacerlo a veces recurra a estrategias cuestionables, habrán opinado los miembros del jurado, es secundario. Es posible, además, que la insistencia con la que el festival ha tratado este año de convertirse en escaparate para la causa de los refugiados de alguna manera convirtiera este premio en algo casi inevitable.

En cualquier caso, las reticencias que 'Fuocoammare' despertó al proyectarse la semana pasada fueron perdiendo sentido a medida que el festival avanzaba instalado en la mediocridad. Sea como sea, este Oso de Oro representa el segundo triunfo consecutivo de Rossi en un gran festival: su anterior película, 'Sacro GRA' (2013), le proporcionó el León de Oro de la Mostra de Venecia. En otras palabras, es desde ya uno de los autores más importantes -y más sobrevalorados- del cine europeo actual.

La gran sorpresa del palmarés la proporcionó 'Muerte en Sarajevo', del bosnio Danis Tanovic. No se contaba con ella como verdadera aspirante a un galardón del calibre del Premio Especial del Jurado, por dos motivos: aunque hábil alternando puntos de vista y en su manejo del tiempo narrativo, es una película que acomete su objetivo primordial -darnos una clase magistral sobre la convulsa historia de los Balcanes y su incierto presente- de la forma más toscamente didáctica. Y quien más quien menos daba por hecho que el galardón, habitualmente reservado para un cine arriesgado y a contracorriente, estaba reservado para 'A lullaby to the sorrowful mistery', de Lav Diaz.

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La meditación que Diaz lleva a cabo sobre la memoria y el dolor vinculados a la historia de Filipinas es literalmente tan grande, tan monumental -dura más de ocho horas- que su ausencia entre los premiados ni siquiera se contemplaba como una opción. Haberla colocado más arriba en el palmarés habría servido como respaldo no solo a una película que lo necesita como agua de mayo -no espere usted verla en el cine de su barrio en un futuro próximo- sino también a su polémica inclusión en la competición por parte del festival a pesar de los problemas generales de agenda y de fatiga que ello causó -un chiste recurrente durante la muestra ha sido imaginarse a Meryl Streep desmayada en su butaca durante la séptima hora de proyección-. En todo caso, los jueces se mantuvieron firmes y relegaron 'A lullaby...' a un premio menor, el Alfred Bauer. Es la decisión más valiente de cuantas tomaron.

MIA HANSEN-LOVE, MEJOR DIRECTORA

Hablando de premios menores, la francesa Mia Hansen-Love tuvo que conformarse con llevarse a casa el título de Mejor Directora a pesar de que, si nos ceñimos a lo estrictamente cinematográfico, su quinta película es sin duda la mejor de cuantas este año aspiraban al Oso de Oro. Mientras retrata a una mujer de mediana edad cuyo mundo empieza a perder puntos de apoyo, 'Lo que vendrá' medita de forma increíblemente sutil -y la sutileza es un valor en lamentable desuso- sobre ese asunto tan complicado llamado vida. Posiblemente el galardón a Hansen-Love impidió a Huppert, protagonista de la película, llevarse un premio interpretativo que en justicia le pertenecía.

En su lugar, la estatuilla a la Mejor Actriz fue a parar a la danesa Trine Dyrholm, que ofrece un trabajo sencillamente impecable en una película por otra parte terrible, 'La comuna', en la piel de una mujer que se resquebraja cuando su marido la abandona por una más joven. Y precisamente escenificar un triángulo amoroso es también lo que proporcionó el premio al Mejor Actor a Majd Mastoura, protagonista del drama tunecino 'Hedi'. Su elección se daba por hecha no solo porque era acertada sino porque no parecía haber otra. No ha sido este un festival plagado de interpretaciones masculinas destacables. De hecho, ha tenido más bien poco a destacar. El éxito de un certamen cinematográfico se mide tanto por la cantidad de películas excelsas como por la de obras fallidas. Este en la Berlinale hubo muy pocas de las primeras, y demasiadas de las segundas.