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Física y pólvora La partícula de Dios

Física  y pólvora La partícula de Dios_MEDIA_2

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Esencialmente, una actualización no confesa de Adiós, muñeca, de Raymond Chandler -aunque también toma préstamos de Laura (1944) y  El beso mortal (1955)-, La partícula de Dios incluye a Antonio Banderas en la piel de un Philippe Marlowe de saldo y un inenarrable elenco formado por policías sádicos, una stripper desaparecida, un pornógrafo, una camarera con el mapa de una partícula subatómica tatuado en el pecho, un científico loco que planea recrear el big bang y a James Van Der Beek en la piel de un actor pastillero que tiene sexo con un enano albino. Semejante descripción sin duda hace la película parecer mucho más interesante de lo que es.

El director Tony Krantz lleva su parodia de las convenciones del film noir a un territorio explorado -cosmología física mezclada con filosofía new age-, y en el proceso asume que el espectador está tan interesado en los matices científicos que sabrá disculpar la falta de energía narrativa. Cierto que la originalidad de la premisa resulta estimulante, pero Krantz simplemente no cubre ni las necesidades básicas del género detectivesco -a menudo parando la acción para abandonarse a monólogos sobre el tiempo y el espacio o sobre la posibilidad de ser una onda y una partícula al mismo tiempo- ni las de una lección de física.  N. S.

Tony Krantz