LA GUERRA DE CERVECERAS SALPICA LAS FIESTAS DE GRÀCIA

El Festigàbal peligra por un conflicto de marcas

El festival que organiza el bar Heliogàbal no se celebrará este agosto

Manel, durante su actuación en la plaza Rovira i Trias, dentro de la programación del Festigàbal de 2009.

Manel, durante su actuación en la plaza Rovira i Trias, dentro de la programación del Festigàbal de 2009.

NANDO CRUZ / BARCELONA

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El Festigàbal, que desde 2006 organiza el bar Heliogàbal durante las fiestas de Gràcia, está tocado de muerte. Su más que probable desaparición, coincidiendo con su décima edición, está vinculada al cambio de patrocinador de las fiestas de Gràcia. Durante 25 años fue Estrella Damm y en 2015 pasó a serlo San Miguel, aunque el festival y el bar mantienen su acuerdo con Damm, lo cual hace inviable que el Festigábal se celebre en la plaza Rovira i Trias, donde los últimos años había programado conciertos de Manel, Quimi Portet, Pony Bravo, The New Raemon y Vic Godard, entre muchos otros.

La situación es aún más complicada porque la relación entre la sala y la Fundació Festa Major, entidad privada que engloba las asociaciones de vecinos de las 18 calles y plazas adornadas de las fiestas de Gràcia, siempre fue tensa y el cambio de patrocinador ha acabado de bloquearla. «No se puede hacer el Festigàbal en un espacio público con otro patrocinador porque eso viola nuestro convenio con San Miguel. Y es el mismo compromiso que teníamos con Damm», aclara Carla Carbonell, Presidenta de la Fundació, recordando que años atrás Damm también impidió que se celebrasen catas de cervezas artesanales en las fiestas.

San Miguel accedió a que el Festigàbal exhibiese la imagen de su patrocinador, siempre que la cerveza que se vendiese en la plaza fuese la suya, pero esa opción no agrada a Damm. La alternativa sería celebrar el festival en una calle o plaza no gestionada por la Fundació Festa Major. Josep Farras, jefe de márqueting de San Miguel, dice que aceptará «la decisión que tomen el distrito, la comisión de fiestas y el Heliogàbal». Pero ese acuerdo no existe. «Ni nosotros ni el distrito estamos dispuestos a abrir un espacio nuevo para que solo se hagan conciertos. El signo distintivo de las fiestas de Gràcia son las calles adornadas», aclara Carbonell.

La presidenta de la Fundació habla de una «guerra de patrocinios» y teme que una calle nueva no adornada sería vista por el resto de calles como «una competencia desleal». Pero ubicar el festival en un espacio cerrado tampoco arregla nada. El claustro del Oratori Sant Felip Neri no agrada a Damm. «Estamos encantados de apoyar la cultura, pero buscamos un retorno tanto en imagen como en ventas y una barrita pequeña para que la gente pueda tomarse una cervecita es lo mínimo», reclama, Jofre Riera, jefe de márqueting.

Ante un conflicto tan enquistado, Miquel Cabal, director adjunto del Heliogàbal, denuncia la pasividad del distrito: «No tiene sentido que la Fundació Festa Major dicte qué se puede hacer y qué no en todas las calles del barrio. Veo lógico que las marcas aprieten -reconoce Cabal- pero echamos en falta que el distrito demuestre que quien manda no es un contrato de San Miguel ni de Damm. La responsabilidad es de los políticos, que se han lavado las manos y no se atreven a actuar». La gerente del distrito de Gràcia, Montserrat Filomeno, declinó hablar con este diario aduciendo que lo que tenía que decir ya lo habrá dicho la Fundació Festa Major. Mientras tanto, y si no hay una decisión de última hora, el Festigàbal ha muerto.

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