DE 'POLSERES VERMELLES' AL ARTS SANTA MÒNICA

La fama líquida

Andreu Rifé inició ayer su 'performance' de 40 horas sentado sobre un cubo de hielo con la que pretende reflexionar sobre el éxito

Andreu Rifé, ayer por la tarde, conversa con unos amigos en el claustro de Arts Santa Mònica.

Andreu Rifé, ayer por la tarde, conversa con unos amigos en el claustro de Arts Santa Mònica.

MARTA CERVERA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Dejar pasar el tiempo y darse cuenta de ello, prepararse para regresar al anonimato tras la fama, volver al suelo después de haber tocado el cielo del éxito con Fil de llum, canción que acompañaba la serie Polseres vermelles... Son algunas de las ideas que han llevado al músico Andreu Rifé a exponerse en el Arts Santa Mònica. Cual estatua viviente, lleva desde ayer sentado encima de una estructura de casi un metro cúbico de hielo. Hoy espera seguir con la performance tras pasar la noche en el museo.

Armada con un cubo y una fregona para recoger los restos del naufragio de la performance, una colabora de Rifé ha ido fregando el reguero de agua que se deshacía como esa fama líquida, ese éxito que llegó de sopetón a un artista acostumbrado a hacerse mil y una preguntas. Tal como Rifé había previsto, el primer día del experimento se desarrolló con calma. «No ha venido mucha gente, como esperaba. Pero es que tampoco se trata de eso. Ya me va bien estar aquí sin hacer nada», destaca el cantante y compositor.

Como es una persona que odia  ponerse límites, se ha lanzado a esta curiosa hazaña -o tortura, según se mire- de encaramarse a un trono helado y mantenerse en él la friolera de 40 horas. Ese es el tiempo aproximado en el calcula que se fundirá el hielo, atendiendo al calor de los focos que lo iluminan. «Los flases de las cámaras ayudarán también derritirlo». Su plan es bajar del pedestal hoy cuando ya no quede nada de la solidez del agua congelada. Rifé agradece de antemano tanto los mensajes que le han ido enviando a #Andreurifegel como las visitas en directo, escasas pero constantes. Para seguir su peculiar aventura basta con conectarse a su página web, www.andreurife.com, que retransmite en streaming la performance, titulada Què en sap l'aigua de l'èxit?.

 

Ayer, después de las primeras tres horas, Rifé estaba animado. «Una madre y su hija de 15 años se han acercado y me han dejado esto», dice, enseñado un sobre cuadrado en el que se intuía un tarjetón. Iba firmado por Ginebra y Mari Carmen, dos adolescentes. Él todavía no lo había abierto. Quizá lo haría por la noche, cuando tuviera que atravesar la prueba de fuego de quedarse en el desangelado claustro, sin visitas del exterior, hasta la reapertura del centro de arte al día siguiente. «Estoy seguro de que al final, cuando todo se funda, me caeré». Hacia las seis de la tarde, tras siete horas en la misma posición, su aspecto había cambiado. Ya no estaba tan alegre aunque mantenía el tipo. Una copa de vino tinto le ayudó a prepararse para aguantar el reto que para sus huesos representaba aguantar en posición de cuatro más de un día, con la única excepción de levantarse para ir al lavabo.

Avituallamiento de lujo

Los curiosos, fans, amigos y familiares que empezaron a llegar con más asiduidad a última hora de la tarde de ayer le acabaron de alegrar la jornada.

Como todos los visitantes, la mayoría quedaba inmediatamente hiptnotizado por la elegancia estática del cubo de hielo. «La idea de escoger este material vino tras ver una exposición del fotógrafo Chema Madoz en La Pedrera», recuerda Rifé. Para cenar, como pasó con la comida, le esperaba un menú del restaurante 7 Portes, un avituallamiento de lujo para un artista que añorará tumbarse en su cama cuando llegue a tierra.